Zece Prajini es un pueblo perdido en el noreste de Rumanía. Significa diez campos, nombre que se acerca bastante a la realidad porque allí no hay mucho más: Árboles, huertos, algunos animales y cerca de 500 personas configuran su paisaje. En un entorno tan rural, la población invierte parte de su tiempo libre -que no es poco- en aprender a tocar algún instrumento y reunirse, entre amigos, para crear bandas. Así es como nacieron Fanfare Ciocarlia, un grupo formado por una docena de gitanos que pasaron de cantar en bodas, bautizos y comuniones a viajar, por todo el mundo, introduciendo los ritmos balcánicos y utilizando el idioma internacional de la música para expresarse, pues no conocen otra lengua más que el dialecto local del romaní con el que se comunican.

Los miembros de la banda reconocen que nunca se plantearon salir de su pueblo hasta que conocieron a su productor, el ingeniero de sonido alemán Henry Ernst que viajaba con frecuencia a Rumanía buscando grupos de música tradicional. En una de sus travesías, en octubre de 1996, paró en una gasolinera moldava en la que preguntó a un campesino dónde podía escuchar buena música local. El labrador le sugirió que se acercarse a Zece Prajini porque allí había un grupo de latón realmente bueno. Le explicó el camino y diez minutos después de pisar el suelo del pueblo, aparecieron treinta músicos. Ernst recuerda que se sorprendió al escuchar el vertiginoso ritmo que rompió el silencio de una calle en la que nunca pasaba nada, la forma de colocar la boca y los labios en la boquilla de los instrumentos y el sonido suave y áspero que producían los músicos. Reconoce que estaba tan fascinado, que se quedó tres meses en el pueblo. Apostó por su talento y se convirtió en el hombre al que Fanfare Ciocarlia debe parte de su presente.

El pasado, sin embargo, se lo deben a sus familiares más cercanos. Sus padres y abuelos eran casi todos músicos. Les enseñaron a tocar cuando tenían siete años y los llevaron, con ellos, a actuar en una boda. Ninguno de los miembros ha pisado jamás una escuela de música sino que la tradición y la experiencia les han enseñado todo lo que saben. A sus abuelos les deben la agilidad con la que tocan, lo que les ha catapultado al estrellato.