Las tradiciones forman parte un patrimonio cultural que sirve para identificar y enorgullecer a cientos de personas de manera intemporal. En Valga son plenamente conscientes de ello y el cuidado de las costumbres es toda una razón de ser. Buen ejemplo es el encuentro intergeneracional conocido como la siega del trigo en cuya octava edición, celebrada ayer, logró reunir a cerca de un centenar de personas dispuestas a participar en este noble arte.

Una finca en el lugar de Ferreirós fue el lugar donde se concentró la actividad. A las diez y media de la mañana, escapando de las altas temperaturas, los cerca de setenta niños que participan en las actividades de conciliación de verano que organiza el concello no dudaron en participar en la labor. A ellos se le unieron más de una veintena de adultos en lo que es una propuesta intergeneracional más que consolidada y que cada año aumenta en cuanto a implicación popular.

El de ayer fue el segundo paso de un proceso que se inició allá por el mes de noviembre con la sementeira. La siega ocupó la tarea durante dos horas aproximadamente. Todo el trigo se recogió para formar los llamados "monllos" que iniciarán su proceso de secado aprovechando la época de calor para, ya en septiembre, llevar a cabo la conocida como malla, que consiste en separar el trigo de la paja. Una última fase que permite desgranar el fruto para luego molerlo y transformarlo en harina y en la que participan activamente los alumnos de los colegios de Baño y del Xesús Ferro Couselo.

Entre un fenomenal ambiente reinante, en el que incluso no faltaron los espectadores que no se pierden el proceso de cortado, fue transcurriendo la tarea. Los mayores del lugar se animaban a dar consejos a los más jóvenes haciendo valer su experiencia y potenciando así el valor que supone el legado de las tradiciones.

El ayuntamiento también ejerció de anfitrión agradecido. El trabajo realizado tuvo su recompensa material en forma de una surtida y variada mesa con la que recuperar fuerzas. Sardinas, chorizo, pan y bebida fresca ayudaron a saciar el hambre de los voluntarios.

Para que todo ello fuera posible, fue fundamental la participación de la asociación cultural y juvenil A Eira, la asociación Axentiva, Asdivalu y Mulleres Ruráis Albor que desde hace ahora ocho años han contribuido al esplendor de esta cita con el campo.