Ir al rescate de la naturaleza fue la misión que tuvieron que afrontar los dieciséis alumnos de la escuela de Aralde, convertidos en auténticos detectives al cuidado del medio ambiente. Recogieron basura en el campo de fútbol y en O Carreirón, en A Illa de Arousa, se comprometieron con el reciclaje de los residuos y fueron testigos del milagro de la vida. Muchas lecciones para un solo curso en un colegio que poco o nada tiene que envidiar a una granja. En la escuela de Aralde se crían conejos y cobayas, viven tortugas que los niños trasladan al estanque cuando finaliza su hibernación, nadan peces, crecen gusanos de seda alimentándose de hojas y silban periquitos y otros pájaros. En el huerto ecológico crecen lechugas, zanahorias, acelgas, tomates y pimientos. Los pequeños "detectives verdes" las plantaron no sin antes preparar el terreno con estiércol. Porque echar mano de la azada no es trabajo para estos niños. Durante el curso cuidan estas y otras muchas plantas, las riegan y miman para que crezcan. Con huevos aportados por las familias, esperan impacientes junto a la incubadora a que de un cascarón salga un pollito, una codorniz o una perdiz para mirarlos embelesados y después jugar con ellos. Algunos se los llevan a casa. No falta tampoco en la escuela un compostero, en el que cada día depositan restos de frutas para hacer abono. Y reciclan en el propio patio, en el que hay tres contenedores para separar correctamente el cartón, plásticos, latas y otros residuos.

La implicación ambiental de estos niños va más allá del aula y no tiene límites. Durante el curso visitaron una granja para conocer a los animales y tomar buena nota sobre su cuidado y alimentación. "Un día fuimos a una granja de Cambados y vimos un pavo real, un perro, un poni, ovejas, gallinas y un burro", escribieron los propios "detectives verdes" de Aralde en la revista que edita la escuela. En otra ocasión se desplazaron al campo de fútbol para retirar en bolsas la basura que lo ensuciaba y lo mismo hicieron en O Carreirón, donde recogieron redes enterradas o neumáticos, ayudados por sus padres. Porque las familias son una pieza fundamental del proyecto educativo de esta escuela. Colaboran al máximo y sin su ayuda muchas de las iniciativas no podrían salir adelante. "El vínculo entre la familia y el colegio es muy grande", explica la profesora Socorro Alonso. Que no se olvida de agradecer a los padres que hayan matriculado a sus niños en esta unitaria, evitando así la posibilidad de cierre por la reducción del número de alumnos. Dieciséis sumaban el pasado curso, los mismos que se incorporarán en el mes de septiembre para continuar explorando con la misma pasión todo lo relacionado con la naturaleza.