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Domingo "Tito" Porto Castro: "Escribí mi primera poesía cuando estaba enfermo de tuberculosis"

El vilagarciano, aficionado a la literatura, la pintura y el dibujo, recibió el jueves, día de su 95 cumpleaños, un homenaje

El vilagarciano Tito Porto y, al fondo, uno de los cuadros que pintó en sus 95 años de vida. // Noé Parga

Coincidiendo con su 95 cumpleaños, el vilagarciano Domingo "Tito" Porto recibió el pasado jueves un homenaje de la Mesa das Verbas por su condición de "artista total". Aunque trabajó como mecánico, instalador de gas y sereno de cámara en un buque, entre otras profesiones, su verdadera vocación siempre fueron las artes. Poeta desde muy joven, su afición abarca también la pintura y el dibujo.

- ¿De dónde le viene esa afición a la poesía o la pintura?

-Salí muy temprano del colegio, a los 14 años y, primeramente, fue a trabajar con mi padre. En seguida me hice mecánico, montaba y reparaba motores. Pero tuve la mala suerte de caer enfermo. Sufrí una enfermedad en aquel entonces grave, una tuberculosis muy fuerte. Se morían todos los que la tenían porque no había medios para combatirla. Recuerdo que se celebraba el Mundial de Fútbol en Brasil, yo estaba en cama y tenía en una mesa de noche a la derecha la radio, en la que escuchaba los partidos, y en otra a la izquierda tenía un figura de barro con un becerro en los brazos, una copia de "O tesouro" del escultor de Cambados Francisco Asorey. Yo hice una reproducción a mi manera -todavía la conserva- y, como no tenía con quien hablar, porque mis amigos dejaron de venir al prohibírselo mi madre por ser la enfermedad tan contagiosa, le dediqué mi primera poesía a esa figura. Era un poema corto, llamado "Figuriña de barro" porque todo lo hago en gallego. Lo domino más aún cuando en mi casa siempre se habló castellano.

- ¿Cómo consiguió salir de la enfermedad?

- Yo, por ejemplo, estaba obligado a comer con un servicio para mi solo porque la enfermedad era muy contagiosa. Pero salió un producto norteamericano que curaba la tuberculosis y que me dio la vida. Un cuñado mío fue a buscarlo a Lisboa. Le dieron un bote de 100 pastillas y, por cada kilo de peso que yo tenía, debía tomar una. Tras tomar siete u ocho a mi madre le dije, tranquilamente, que me iba a curar. Empecé a comer, a encontrarme bien y así fue, me curé. Cuando empecé a levantarme de la cama salía un poco al jardín, pero me daba vergüenza que me vieran porque la tuberculosis era una enfermedad aborrecible que todos veían mal. Un día me encontré con un amigo de la infancia, Manuel Portela, y le comenté que la gente me miraba con repugnancia y tenía ganas de marcharme, aunque fuese embarcado. Y así estuve tres años en la compañía Transmediterránea como sereno de cámara del buque Villa de Madrid.

- Y fue también instalador de gas butano.

- Al dejar el barco me empleé en los automóviles, pero no le veía beneficio y me llamó un pariente para el butano. Con el coche, acompañado por un chico joven, empecé a repartir botellas de gas en Vilagarcía, O Grove, Cambados... en toda la comarca y hasta Caldas de Reis, A Estrada o Padrón. A lo largo de mi vida monté antenas de televisión, hice gallineros, fui instalador de gas y jamás cobré una inspección.

-Además de la poesía, es también aficionado a otras disciplinas artísticas.

-En el colegio, aunque solo fui hasta los 14, ya destacaba en el dibujo. Tenía mucha imaginación y pintaba a mi manera. Hice unas tarjetas que vendía a las imprentas y con las que ganaba un poco. Después comencé a comprar lienzos y a pintar paisajes y otros cuadros. Me gusta mucho la caricatura y hacer cosas inventadas por mí, extravagantes, lejos de la poesía clásica y que podría considerarse normal. Hice varias exposiciones en el Liceo, en bares locales e incluso en Portugal. Allí vendí dos cuadros y eso me animó y me creó ilusión, pero me acordé muy tarde de esta vocación. Me decían que yo tenía facultades pero yo nunca me creí nada, era mi forma de ser. Hoy me doy cuenta que lo mío era eso y que era a lo que tenía que haberme dedicado. Todo esto, ya digo, de manera vocacional y sin ir nunca a clases, no porque no tuviera ganas, sino porque era muy liberal.

- ¿Sigue practicando estas aficiones con 95 años?

- Ahora ya no pinto, solo algún capricho, y escribo porque formo parte de la Mesa das Verbas, que dirige Germán Torres, una gran persona, a mí me aprecia mucho y todo lo que yo hago a él le encanta, aunque son poemas muy simples. Tengo pena porque si yo tuviera estudios suficientes hubiera sido algo como artista, pero con 95 años y la vida que pasé... Éramos cinco hermanos, mi padre se desvivía pero el sueldo no daba para tener a un hijo estudiando. Pero me considero una persona buena.

- ¿Nunca ha publicado sus poesías?

- No, nunca. Tengo poesías para poder hacerlo, pero al no tener una formación completa me faltan recursos. Como comenté, lo hago todo en gallego, lo domino más que el castellano. Lo "enxebre" me encanta.

- El jueves, día de su cumpleaños, recibió un homenaje entrañable. ¿Cómo lo vivió?

- Fue demasiado para mi, no merezco yo eso. Germán Torres me quiere mucho y él fue el artífice de ese acto. No sé como describirlo... es un hombre como debieran de ser todos. Y de mi mujer (Olga Sanmartín García) no puedo dejar de hablar. Tuve la suerte de tropezarme con ella y es mi vida.

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