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Vilanova resarce el oprobio a Reirís

El sindicalista luchó por los derechos de las mujeres conserveras durante la II República

La familia de Francisco Reirís en el acto de colocación de la placa en una calle de Vilanova. // Iñaki Abella

Reirís fue teniente de alcalde en Vilanova pero su principal ocupación consistió en luchar por los derechos de los obreros. Era un idealista pero de los valientes, de los que pelean por conseguir cambios hasta el final. Veló por las mujeres de la conserva, que trabajaban sin descanso, de sol a sol, de seis de la mañana a diez de la noche.

Cuando, por culpa de una enfermedad, regresó de Buenos Aires a su Vilanova natal, se afilió a un sindicato y no descansó hasta que las trabajadoras tuvieron jornadas de ocho horas y las madres un parón de treinta minutos para poder amamantar a sus hijos.

Años más tarde, fue elegido primer teniente alcalde del municipio. Llevó a cabo el plan de fusionar Vilanova y Vilagarcía. Lo que atrajo nuevos detractores a la lista que le acusaba de querer perjudicar al municipio más pequeño.

Con esta situación, no es de extrañar, que a comienzos de la Guerra Civil-en 1936- Reirís estuviese en el punto de mira de los círculos que se posicionaron del lado de Franco.

Y no tuvo más remedio que huir. Se escondió durante meses en fincas de su madre, que le llevaba comida por las noches. La mujer conocía el escondite de su hijo gracias a unas notas que él le dejaba. Pero enfermó y tuvo que regresar a una casa situada en A Pastoriza, casco antiguo de Vilanova. Ya le tenían.

Comienza la represión

"La primera vez, varios camisas azules visitaron su casa. Se llevaron todos los libros pero a él no le hicieron nada" cuenta Miro Tourís, de la asociación Roi Vicente de Vilanova. Desgraciadamente, no tardaron en volver. Se lo llevaron, detuvieron y encerraron en el calabozo. Unos días después regresaron a su casa. A por su madre, Ángeles Lago. "Le raparon el pelo para castigarla y humillarla".

Desde su captura, Reirís pasó por varias cárceles. Estuvo en Cambados, Pontevedra y en la temida isla de San Simón. Regresó a Pontevedra donde le juzgaron y condenaron a muerte. El 11 de mayo de 1937 fue fusilado en el cementerio de San Amaro.

Su familia sufrió mucho tras su muerte. No podían llevarle flores. Tampoco poner su nombre en una lápida. Pero tenían la suerte de ser muy queridos en el municipio. Contaban con el apoyo de todo un pueblo "aunque los del señorío les trataban mal" comenta Tourís. Tal fue el agradecimiento que el alcalde, Sito Vázquez, puso su nombre a una calle.

Años más tarde, las cenizas de Francisco Reirís fueron trasladadas a su Vilanova natal. Y los familiares de los amos de las conserveras pidieron perdón y ofrecieron trabajo a su madre y hermanas aunque nunca públicamente.

El principal motivo para ensalzar la figura del vilanovés para Miro Tourís es porque "supo tratar la represión de la mujer con la importancia que se merecía ya antes del régimen golpista".

Además afirma que Reirís "era un hombre de ideas claras. Quisieron matarlo por buscar el bien de todos. Tenía a la gente contenta, le hacían caso y eso iba a traerles problemas. Entonces, fueron a por él".

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