Las dos vaquillas salieron del toril a la arena con ganas de demostrar su bravura. Eran casi las siete de la tarde y el público ya estaba deseoso de que empezase el espectáculo en el que las caídas, los saltos hacia el burladero y los capotazos al viento son los verdaderos protagonistas en la Festa da Xuventude que desde hace once años se celebra en el paradisíaco paraje fluvial de Vilarello.

Al término de las "Olimpiadas de Aldea", un campeonato deportivo que enfrentó a equipos de los distintos lugares del municipio, comenzó la esperada cita con el arte de cúchares, eso sí en minúsculas.

Porque de cabo a rabo todo consistía en una bufonada, una parodia de lo que es la Fiesta Nacional en otros pueblos de España. Lo importante era pasárselo en grande con este espectáculo de humor.

Comenzó con el desfile de los seis maestros ceñidos con sus vistosos trajes de luces de color azul celeste, oro o negro y grana; un grupo de "pamplonicas" de blanco y pañuelo rojoi al cuello, además de La Pantoja, una paloma de la Paz embarazada o Manolo de Xaniña, entre otros pintorescos personajes.

A ellos les correspondía usar el capote pero en la plaza se permitía la intevención de cualquier espontáneo. El "speeker" no se cansaba de decir que cualquiera podía intentar dar un capotazo, intentar una verónica u otro lance más arriesgado para que el público se levantase de los asientos.

Marcos, Miguel, Andrés, Omar, Luis y Berri lo dieron todo, pero sobre todo demostraron que los cuernos le imponen ya que estuvieron más tiempo detrás del burladero que sobre el círculo.

Con todo hubo momentos en el que alguno de los maestros se merecía las orejas o el rabo. De hecho Marcos consiguió la ovación del público en un desplante a una vaquilla que hasta le miró como desafiante. Pero fueron unos segundos porque enseguida el animal enfiló hacia el arrodillado que echó a correr como alma que lleva el diablo para no recibir una segura cornada. A cambio, recibió un golpe seco en la espalda tras volar sobre la valla y caer sobre la tierra al otro lado de la plaza.

Como los maestros arriesgaban poco -pasaron más tiempo sobre el muro que abajo-, tuvieron que ser otros miembros de la cuadrilla los que animaran la faena. Así de vez en cuando una pareja tentaba a la vaquilla con su capote y ésta lo embestía por enmedio de ambos, con la frustración que puede provocar la burla.

Y para animar más la sesión se lanzó un balón de pilates con el que la segunda vaquilla de la tarde disfrutó un buen rato porque a la plaza pocos se atrevían a salir al principio.

Luego la diversión continúo con los juegos de agua. Sin duda momentos muy intensos porque los participantes acabaron más mojados y con algún moratón de más en sus nalgas.

Pena que no hayan ido los animalistas porque no podrían contener las carcajadas.