Su singularidad y riqueza convierte los petroglifos de Bamio en una muestra de arte rupestre de gran valor que fue objeto de múltiples estudios desde su descubrimiento en 1907 por el artista Enrique Campo Sobrino. Autores como Fermín Bouza Brey, el alemán Hugo Obermaier, el investigador italiano Emmanuel Annati o más recientemente el arqueólogo Antonio de la Peña Santos han realizado estudios y publicado trabajos sobre los grabados rupestres de Os Ballotes y Meadelos. Todos coincidieron en que en el conjunto de Bamio se encuentra presente una gran parte de la iconografía rupestre gallega, dominando la presencia de círculos concéntricos, cérvidos y équidos de gran realismo -destacando una posible escena de equitación-, así como la presencia de motivos complementarios como cazoletas y otros indeterminados. La última intervención de conservación y puesta en valor data del año 2010, durante el mandato de Dolores García. Además de restaurar los grabados, se hizo un estudio en el que se llegaron a documentar un total de 15 rocas grabadas con gran variedad de estilos, formas y tamaños, animales estáticos y en movimiento, cérvidos con grandes cornamentas, alineaciones de animales e incluso ciervos que arrastran posibles discos solares.