Llega el fin de curso y con ello algunas despedidas que van más allá de un solo verano. En algunos casos se cierran ciclos y una de las expresiones de gratitud más en boga en los últimos tiempos es la artística y en todo su abanico de posibilidades. Y es que el festival de fin de curso ha adquirido una relevancia creciente. Incluso por encima de las posibilidades de los propios centros que derivan el evento a instalaciones de mayor dimensión. Así sucedió ayer con el festival del IES Miguel Ángel González Estévez . Era el momento de despedir a sus alumnos de segundo de bachiller y la ocasión bien merecía un anfiteatro como el del Auditorio Municipal. Sobre las tablas los alumnos mostraron que cuentan con habilidades que no han entrado en el temario del curso. No faltaron actuaciones de todo tipo. Desde música a baile pasando por ingeniosas escenificaciones que no pasaron inadvertidas para sus compañeros de centro que mostraron su diversión en muchas ocasiones.

La evaluación artística de los estudiantes resultó altamente positiva. Bien es cierto que detrás hubo un elevado número de ensayos que, a imagen y semejanza del apartado académico, se convirtieron en la enésima demostración de los frutos del trabajo.

La institucionalización del acto fue ganando enteros con el paso de los minutos. El discurso del director Manuel Rodríguez Mayo tuvo como principales destinatarios los 69 alumnos que ya no volverán diariamente a las aulas de Carril. Ahora les espera ese temido selectivo que marca un antes y un después en su carrera académica y personal.

También hubo tiempo para el reconocimiento a las cuatro alumnas que terminaron el curso con matrícula de honor. Una banda y un certificado de excelencia estudiantil simbolizaron el premio al más aplicado alumno. No faltó el reparto de orlas en un acto importando de los Estados Unidos y con visos de perpetuarse en nuestra cultura académica. El colegio San Francisco también despidió el curso el pasado jueves con tintes de diversión y añoranza.