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Vilanova bucea en las huellas de su particular Atlántida

El Concello mantiene su intención de investigar las localizaciones y los restos del antiguo monasterio y la iglesia románica

Padín, Durán y Álvarez, en la rueda de prensa celebrada ayer en Vilanova. // Iñaki Abella

"El monasterio de Cálago es nuestra particular Atlántida". Con estas palabras definía ayer el alcalde de Vilanova, Gonzalo Durán, el desconocimiento que existe sobre una edificación que jugó un papel muy importante en la creación del casco urbano del municipio. Más conocida era la existencia de la iglesia románica, de la que todavía se conserva el campanario, convertido en emblema del escudo municipal, pero que también acabó desapareciendo a principios del siglo pasado, engullida por el progreso. El trabajo de la joven investigadora Alicia Padín ha conseguido arrojar luz sobre ambas edificaciones, aunque el propio regidor reconoce que "debemos acometer una intervención para tratar de localizar los restos del monasterio, ya que no tenemos muy claro donde se encuentran". Durán reconoce que, aprovechando la presencia de Alicia Padín en la Diputación a través de una beca "le pedimos que hiciese un recopilatorio sobre una parte de nuestro pasado de la que se desconoce casi todo y sobre la que queremos arrojar un poco de luz".

El origen del monasterio se remontaría al siglo VII, cuando, muy probablemente, fue fundado por San Fructuoso de Braga. Un texto del siglo VII lo sitúa en las inmediaciones de la antigua citania castrexa y el mar, pero todavía no se ha podido constatar cual era su localización exacta. Si se sabe, gracias a los documentos que se encuentran en el archivo de San Martín Pinario, donde ha buceado Padín, que el monasterio resultó arrasado por los ataques de hordas vikingas y árabes, antes de acabar languideciendo hasta su desaparición

Más referencias existen de la antigua iglesia románica de Cálago, de la que parte de la estructura todavía se conservaba en 1920, época de la que se conserva una foto del ábside en ruinas.

Las referencias encontradas se remontan a 1533, cuando se hace mención a la fundación de la capilla de la Concepción, la única modificación que sufrió la iglesia durante los siglos que estuvo en pie. Se sospecha que era muy similar a San Martiño de Sobrán, pero "la fábrica era muy pobre, lo que acabaría provocando su ruina", explica Padín. Tal es así que, en 1810, se traslada el culto a una nueva iglesia situada en el casco urbano, que se había desplazado desde la antigua citania a su ubicación actual, templo que se acabaría conociendo como el de A Pastoriza y que desempeñaría su labor hasta los años 50 del pasado siglo.

Durante varias años convivieron ambos templos, e incluso, se llegaron a realizar varias pastorales en las que se emplazaba a los vecinos de Vilanova a acudir a Cálago para los actos religiosos, aunque sin gran éxito, ya que la iglesia acabó "esmorecendo" hasta su desaparición. A partir de ahí fue utilizada como lugar de enterramiento, al estilo de la iglesia de Santa mariña de Cambados.

De todas formas, quedan todavía muchos vestigios de la iglesia de Cálago esparcidos por todo el casco urbano. No en vano, los vecinos aprovecharon gran parte de sus sillares para nuevas construcciones, incluso la propia iglesia como institución, ya que con ellos construyó el campanario de A Pastoriza. Entre esos restos que se conservan destacan varios canutillos o parte de un baldaquino con el escudo de los Torres, una familia de bastante importancia en la zona en aquella época, que se encuentra en la plaza Vella.

Entre los tesoros localizados en la iglesia de Cálago destaca la presencia de una talla de la Trinidad en alabastro. La pieza está fechada entre los siglos XV y XVI y fue realizada en la localidad británica de Nottingham. Curiosamente, se conserva porque su mal estado, al diluirse toda la policromía, obligó a enterrarla en una tumba que había en el atrio de la iglesia, siendo localizada en el siglo XX. La propia Padín asegura que "se trata de una pieza excepcional" y una de las cuatro que solo se conservan en Galicia, ya que, pese a ser relativamente habitual en el siglo XVI, la mayor parte de esas tallas fueron devueltas a su lugar de origen, Inglaterra.

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