Poco o nada tendría de novedoso contar que ayer el Pazo de Rubiáns recibió a un grupo más de turistas. Pero matizar que se trataba de una veintena de invidentes da un nuevo enfoque a la visita, cuyos protagonistas disfrutaron tanto o más que nadie de los tesoros que alberga esta joya del patrimonio vilagarciano.

Con el tacto como gran aliado, percibieron y sintieron cada detalle de este emblemático espacio, tanto en lo que se refiere a sus construcciones (la residencia o la capilla) como a sus amplias zonas ajardinadas. "Nuestra vista está en las manos", incidía María Dolores Lestón, presidenta de la Unidad Progresista de Pensionistas de la ONCE (SUPPO), y en ese sentido la visita fue de lo más provechosa. "Podemos tocar, que es muy importante y también lo que más me gusta. Palpar la cantidad de muebles que tiene el pazo o las maderas nobles para percibir la belleza de su tallado es impresionante", comentaba María del Carmen Pereira, una de las integrantes de la expedición prodecente de Vigo y de Pontevedra. Y es que, "aunque tengamos deficiencias visuales podemos movernos como cualquier otra persona. Dirigiéndonos y estando pendientes de si hay obstáculos podemos hacer las mismas visitas que otros grupos", remarcaba Lestón. Y ese es precisamente el objetivo de las salidas que con frecuencia organiza la SUPPO: "Queremos aprovechar cada momento de la vida" y concienciar sobre la necesidad de que determinados espacios "sean accesibles para las personas que tenemos ciertas dificultades".

La vivienda fue el punto de arranque del recorrido y uno de los momentos más embriagadores por la cantidad de sensaciones generadas: el aroma a madera, lo trabajado del mobiliario, la suavidad de las paredes de algodón egipcio o el olor a papel antiguo en una biblioteca que guarda documentos históricos como el nombramiento del primer alcalde de Vilagarcía o cartas de reyes solicitando ayuda económica a los señores de Rubianes. Elementos como un escritorio con sirena que alerta cuando se abre sin permiso o un piano inglés del siglo XIX llamaron poderosamente la atención de prácticamente todos.

Una joya de la botánica

También los jardines, consiguieron enamorar. "Se percibe bienestar y un ambiente cálido", trataban de explicar los pensionistas de la ONCE, que pasearon entre magnolos centenarios, inmensos eucaliptos de más de 200 años de antigüedad o acacias. Destacan la combinación de jardines de estilo francés e inglés, así como la excelente plantación de camelias, con más de 4.000 ejemplares de más de 800 variedades diferentes, características que otorgan a este espacio una gran riqueza botánica e histórica. Calocedros, criptomerias, alcanfores, fresnos, robles autóctonos y americanos o alcornoques son otras de las especies arbóreas que flanquean el pazo. Con los sentidos del tacto y el olfato a flor de piel, entró también en juego el gusto, con una degustación de vino elaborado con la uva de los viñedos.

En barco a Cortegada

No se quedó ahí el recorrido de este grupo de excursionistas por Vilagarcía, sino que tras una opípara comida pusieron rumbo a la isla de Cortegada, uno de los pocos enclaves del Parque Natural de las Islas Atlánticas que les quedaba por descubrir. Surcando las aguas de la Ría de Arousa se dejaron envolver por el olor a mar y, una vez en tierra, disfrutaron de la sensación de libertad que ofrece un espacio tan singular, con sus bosques, rutas de senderismo olas ruinas de la ermita de la Virgen de los Milagros. Y es que precisamente esta riqueza natural y cultural fue lo que atrajo a la Unidad Progresista de Pensionistas de la ONCE y convenció a sus integrantes para emprender viaje a Vilagarcía. "Nos encanta disfrutar del vino, de las bodegas, los paisajes y la naturaleza", no dudaba en apuntar María Dolores Lestón.