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Solidaridad gallega en una tragedia humanitaria

Javier Losada Carballo: "Nunca vi nada tan aterrador como esto"

"Hay niños con síntomas de hipotermia que permanecen en el agua agarrados al cuello de sus madres"

El grovense Javier Losada Carballo, durante su misión humanitaria en el Mar Egeo. // MOAS / Dale Gillett

Javier Losada Carballo, nacido hace 38 años en O Grove, vuelve a casa tras participar en una labor humanitaria que ha decidido impulsar por su cuenta y riesgo aprovechando días de descanso en su trabajo diario. Es un experto en el rescate de náufragos gracias a la labor que desempeña desde hace más de una década en el helicóptero Pesca I de Gardacostas de Galicia, con aeropuerto base en Peinador (Vigo). Este grovense, actualmente asentado por motivos laborales en Chapela, ya que debe estar siempre lo más cerca posible de su centro de operaciones, ha participado en rescates muy complicados en la costa gallega que le han marcado para siempre. En las siempre difíciles aguas atlánticas ha salvado vidas, al igual que ha asistido con impotencia a la pérdida de otras. Pero sin duda lo que ha experimentado durante las dos últimas semanas en el Mediterráneo, y más concretamente en aguas del Egeo y entre las costas de Turquía y Grecia, es algo que lo ha marcado y no olvidará jamás. Este es su testimonio desde el Mar Egeo, justo antes de emprender el viaje de regreso a casa:

-¿Es tanta la tragedia?

-Más de lo que se puede pensar. De día ya nadie trata de cruzar porque hay guardacostas patrullando el Mar Egeo por mar y aire, perteneciente a diferentes países. Los sirios tratan de huir de su país de noche, sobre todo entre la 19,30 y las 6 horas del día siguiente. A veces lo hacen en varias embarcaciones a la vez, todas a punto de hundirse porque están en pésimas condiciones y en ellas ya no cabe un alfiler.

-¿Impacta?

-Mucho. Sobre todo cuando ves a mujeres y niños llorando, a veces enfermos y siempre desesperados por llegar a tierra firme. Hay ocasiones en las que te sientes impotente porque no puedes ayudarlos a todos, y cuando ves un cadáver siempre piensas que has llegado tarde. Pero es imposible ayudarlos a todos. ¡Claro que impacta! Recoges personas desorientadas, con miedo, desesperadas. Hay niños con síntomas de hipotermia que permanecen en el agua agarrados al cuello de sus madres. Tratan de sobrevivir como sea, y si puedes ayudarlos pronto incluso puede que lo consigan, pero si no los ves en el mar o te retrasas unos minutos no hay nada que hacer.

-Pero usted es un hombre con dilatada experiencia en Gardacostas, y de hecho ya ha salvado vidas con su participación en numerosos rescates en la costa y las rías gallegas... ¡Estará acostumbrado!

-Nadie se acostumbra a esto. Es cierto que por mi trabajo viví situaciones muy difíciles y he visto casi de todo, pero nunca nada tan exagerado y aterrador como esto.

-Suena a frustración.

-Es frustrante no poder hacer más por esta gente.

-¿Cuál es exactamente su misión?

-Tratar de salvar vidas e intentar que los refugiados tomen tierra y accedan a una vida mejor. Hacemos patrullaje. Si hay un naufragio intervenimos para rescatarlos, y si la embarcación no llega a hundirse la conducimos hacia la costa. Esta presencia en el agua incluso nos permitió ver que a veces los barcos de los refugiados son perseguidos por embarcaciones turcas o helenas. En ese caso lo que hacen es encallar en el primer lugar que encuentran para abandonar lo poco que tienen, ya que las mafias se quedan con todo, y adentrarse en el monte. En todas las islas, por pequeñas que sean, hay campos de refugiados. El problema es que las enfermedades, de todo tipo, se extienden rápido, a pesar del trabajo que tratan de realizar las ONG.

-Es que si la situación se antoja agónica en el mar tampoco parece que esté mejor en la supuesta seguridad de los campos de refugiados.

-En absoluto. Repito que hay muchas enfermedades y que están colapsados. La gente llega sin pertenencias, sin comida, incluso descalzos... Cuando encallan sus embarcaciones tiran los chalecos, dejan los botes en los que escaparon de su país y trepan como buenamente pueden por los acantilados. Se internan en los montes, y como si de los antiguos castros gallegos se tratara habilitan una especie de aldea con una plaza en el centro en la que encienden luces para que lleguen nuevos inmigrantes durante la noche. A la mañana siguiente llegan ONG como Médicos sin Fronteras para atender a la gente y seguir salvando vidas.

-¿Con qué imágenes o recuerdos regresa a casa?

-Con la imagen de la desesperación de las personas. Con el recuerdo de niños que lloran y no saben qué ocurre realmente. Me voy también con la visión de barcos turcos desde los que se acuchillan las zódiacs de los refugiados o desde los que se levantan olas para tratar de hundirlas.

-¿Valió la pena?

-Por supuesto, y ojalá pudiera permanecer aquí durante más días. Aún así lo poco que podemos aportar mi compañero Carlos Rodríguez y yo con estas dos semanas de colaboración hace que estemos satisfechos.

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