En torno a la medianoche del dos de febrero de 2014, el 112 y la Guardia Civil recibieron una llamada de alerta procedente de un domicilio de Chancelas, en Poio. Las dos cuidadoras del octogenario que residía en dicha vivienda, Albertina Táboas y Rocío Gondar, aseguraban que estaban siendo víctimas de un robo. Cuando los agentes llegaron al domicilio, en el exterior de la vivienda, a las puertas de la misma, se encontraron el cadáver del dueño de la casa, Secundino Prego Amil. Presentaba fuertes golpes en la cabeza que le habían causado la muerte.

En el interior se encontraban las dos cuidadoras, encerradas, decían que temerosas de los ladrones que acababan de asaltar la vivienda y que después huyeron en un coche blanco. En su fuga, se habrían topado a la entrada de la vivienda con el octogenario que regresaba de la discoteca La Luna, como hacía cada domingo, y le habrían dado muerte a golpes.

La Guardia Civil inició una investigación. En las primeras horas esa versión del robo no les resultó descabellada, puesto que tan solo unos meses antes Secundino Prego ya había sido víctima de un asalto violento en esa misma casa. Las dos mujeres continuaron con su vida, una de ellas, Albertina Táboas acudiendo al entierro de Secundino, mostrándose muy afectada.

Mientras esto ocurría, la Guardia Civil se daba cuenta, casi de inmediato, que la versión ofrecida por estas dos mujeres comenzaba a hacer agua por todas partes. Por ejemplo, y según trascendió entonces, un testigo que llevó en coche a Secundino desde la discoteca de Cerponzóns a su casa en Chancelas asegura que el octogenario llegó a su domicilio, aquella noche, casi una hora y media antes de que las dos cuidadoras denunciasen el robo.

El tipo de lesiones que presentaba la víctima también acrecentó las dudas de los agentes. El atestado recogía numerosos traumatismos en su cabeza que hacía pensar a los investigadores en un ataque protagonizado por dos personas con no mucha fuerza física (probablemente mujeres) frente a los dos varones que las dos cuidadoras decían haber visto a través de los cristales de las ventanas. Dos hombres hubieran asestado menos golpes y mucho más fuertes para acabar con la vida de Secundino Prego. Por último, algunos de los efectos que las mujeres aseguraron que los ladrones se llevaron de casa en el supuesto robo aparecieron finalmente en el propio inmueble de Chancelas, en un sótano.

La Guardia Civil tenía claro que debían dirigir las sospechas sobre las dos cuidadoras y pronto encontraron también un posible móvil: el económico. Averiguaron que tan solo unos días antes, Albertina había sido nombrada heredera universal de Secundino a cambio de convertirse en su cuidadora. Sin embargo, seguían reuniendo pruebas a la espera de su detención. El arresto de ambas se precipitó cuando descubrieron que la segunda implicada, Rocío Gondar, dejó un mensaje en Facebook despidiéndose dado que iba a tomar un vuelo hacia la República Dominicana, en donde residía su pareja.

Estando ya ambas detenidas, Rocío Gondar se habría venido abajo en su declaración ante la Guardia Civil, en la que confesó que ambas habían matado a golpes a Secundino. Una declaración policial que no repitió ante el juez y que tiene escasa validez en la vista oral que comienza hoy. Ante el magistrado de instrucción se limitó a responder a preguntas de su abogado, diciendo que tenía problemas psicológicos. La otra detenida, Albertina Táboas, mantuvo en todo momento la teoría que contaron a la Guardia Civil. Insistía que a Secudino lo mataron unos ladrones.

Prisión preventiva

La fiscal pidió entonces el ingreso en prisión de ambas antes los indicios que pesaban en su contra y desde el 13 de febrero de 2014, ambas están privadas de libertad por orden del juez de instrucción a la espera del juicio que comienza hoy.

El jurado popular deberá dirimir ahora si, tal y como defiende la acusación pública, ambas acusadas fueron efectivamente las asesinas de Secundino Prego. Sostiene la fiscal que Albertina conocía de antes a Secundino, por haberlo atendido en el Sanatorio Domínguez años antes y que en una ocasión este ya había hecho testamento en favor de una cuidadora. Asegura que se le ofreció a cuidarlo en su casa a cambio de que la nombrase heredera contrató a Rocío para realizar las labores domésticas. Asegura que ambas se pusieron de acuerdo "para hacerse con la herencia" y darle muerte. Según la fiscal, lo hicieron sobre las 22.15 horas de aquel 2 de febrero, "golpeándole en la cabeza reiteradas veces con una cazuela" hasta que se rompió el asa; luego con el propio bastón del jubilado (que también se rompió en varios trozos) y finalmente con una piedra.