Con la instalación de bateas en Andalucía no había mucho que temer al principio, debido al escaso volumen de producción en aguas del Estrecho y la contrastada calidad del mejillón de Galicia, que además tiene una capacidad infinitamente superior para generar molusco. Las alarmas saltaron en 2006, cuando los bateeiros denunciaron que se estaba trasladando mejilla (semilla de mejillón) desde el litoral gallego a los parques de cultivo andaluces. Esta práctica, que se consideraba un serio riesgo para los intereses gallegos, era una de las acciones prohibidas y duramente castigadas en la fallida ley de acuicultura.