Julio Reboredo es buen conocedor del sector por su trayectoria profesional en una oficina técnica agraria, así como por ser miembro del Consello Regulador. Pese a la situación actual, es optimista y considera que los precios de la uva volverán a subir.

-Con lo que está pasando, ¿qué haría falta para conseguir un precio digno para la uva y cambiar la actual situación?

-Como los contratos homologados no pueden incluir un precio, porque existe una ley de competencia que impide fijarlos, la solución tendría que ser, como en el caso de la leche, determinar los costes de producción. Esa es la clave. Luego, como existe otra ley que impide vender por debajo de esos costes, el viticultor tendría al menos garantizado un precio de partida y se evitaría la especulación de bodegas que ahora mismo están pagando a 50 céntimos, el kilo, a 40 e incluso a menos.

-¿Y qué entidad debe fijar esos costes?

-Puede hacerlo el Consello Regular, encargándoselo a alguien, o una administración. La única condición es que tiene que ser un organismo oficial. Es un trabajo que lleva su tiempo, puede que un par de años, y que debe hacerse por rangos, esto es, estableciendo costes en función de las parcelas.

-Ante lo expuesto, ¿ve alguna luz al final de este túnel?

-Sí, yo soy optimista a unos años vista. Los datos que tenemos de finales de 2015 indican que se logró un equilibrio entre lo que se vende y lo que entra en bodegas. En años anteriores estábamos con un stock en bodegas de 30 millones de litros, ahora nos movemos ya en cifras inferiores a los 10 millones, y eso es algo asumible. El vino elaborado con la uva de la vendimia de 2015, que ha sido una cosecha buena, se va a vender todo porque se está dando salida en el mercado en torno a 21 millones de litros. Por eso, como en 2016 venga una cosecha normal en cantidad, no digamos ya mala, faltará uva en Rías Baixas. Y eso juega a favor del viticultor porque las bodegas se van a tener que pelear las partidas de uva y los harán a costa de subir precios.