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José Vázquez Fouz: "Un nuevo 23-F es descartable. El mayor peligro de la democracia es la mediocridad de sus políticos"

"Aquello no fue una carnicería de casualidad. La salida fue una chapuza, pero sirvió de vacuna para otras intentonas"

Vázquez Fouz, frente a la casa consistorial de Vilagarcía. // Iñaki Abella

José Vázquez Fouz es de los pocos políticos arousanos que fueron testigos directos del 23-F, un episodio histórico del que ayer se cumplieron 35 años. Por aquel entonces este lucense afincado en Vilagarcía -desde hace décadas- formaba parte del grupo parlamentario del PSOE, y el día en que Tejero y los suyos intentaron dar un golpe de Estado a la recién nacida democracia española, Vázquez Fouz se encontraba en el hemiciclo. Aquel 23 de febrero permanece grabado en su memoria, si bien no es un asunto del que hable con frecuencia. No obstante, "no es un tema tabú", aclara. Con 71 años a sus espaldas, el exdiputado socialista compara la forma de hacer política en los ochenta y en la actualidad. Descarta la posibilidad de que se vuelva a repetir un 23-F. "El mayor peligro de la democracia española es la mediocridad de sus políticos", afirma.

-¿Cómo vivió el 23-F?

-Son imágenes que no se borran nunca, que permanecen siempre. Entonces era mucho más difícil que hoy hacer política, por las circunstancias, por los estamentos. Había muchas presiones, de la Iglesia, de la banca, del Ejército, ... Tras aquel episodio se fortaleció la Constitución, la más larga de la historia de España.

-¿La considera obsoleta?

-En absoluto. Los grandes problemas de España son el paro, la situación económica, el aumento de la marginalidad, el decaimiento de la enseñanza o la pérdida de calidad de la sanidad. Y todo esto nada tiene que ver con la Constitución, que se utiliza como recurso para distraer de los verdaderos problemas.

-¿Qué opina de los problemas actuales para formar gobierno?

-Son siempre los mismos. La prelación no es la que España necesita. Hay ayuntamientos que se dedican a hacer obras en las calles en detrimento de una política social. Me sigue pareciendo inconcebible que esto siga ocurriendo, que haya marginalidad y falta de recursos.

-¿Qué le pasaba por la cabeza durante aquel golpe de Estado?

-Se piensa en la familia y en el destino de la historia de España. Era como volver a la España del siglo XIX, era como decapitar todos los sueños e ilusiones en la construcción de la democracia. Aquello no fue una carnicería de casualidad. Te queda grabado para toda la vida, aunque yo no soy amigo de hablar de esto. Poca gente habla del tema.

-¿Es un tema tabú en su casa?

-Un tema tabú no, pero en casa casi no se habla del asunto.

-La democracia salió airosa de aquel 23 de febrero de 1981.

-La salida del 23-F, tal y como se realizó, fue una chapuza, pero sirvió de vacuna para otras intentonas. La democracia se fortaleció y la gente salió a la calle para decir que quería una democracia.

-¿Qué imagen persiste en su mente de aquellas horas tan intensas en el Congreso?

-No se me ha borrado ninguna. Aunque si tengo que elegir me quedo con la idea de un capitán de la Guardia Civil, que no debía de tener muchas luces, al que se le ocurrió poner en la mesa central de los taquígrafos paja para hacer una hoguera en medio del hemiciclo. Si la hubiera encendido, hubiéramos muerto todos. Es yesca pura.

-¿Pasó miedo?

-Para mí aquello me ocasionó verdadero pavor, pánico, más que los disparos. El primer efecto de los disparos es la sorpresa, luego el temor y después una capacidad de adaptabilidad increíble. Te acostumbras a verlos por allí [a las personas con armas].

-¿Ve posible que vuelva a repetirse un episodio similar al del 23-F?

-Es descartable. No estamos en las mínimas condiciones subjetivas. Europa no lo permitiría. Además, el tronco de la democracia está vigoroso, hay una base muy firme. El mayor peligro que tiene la democracia es la mediocridad de sus políticos.

-Volviendo a las negociaciones para formar gobierno, ¿podría ampliar su opinión?

-Las veo con cierto estupor por no ser capaces [los políticos actuales] de ver el momento histórico que les toca vivir. La voluntad del pueblo es lo único que no se puede cuestionar, y obliga a todas las fuerzas políticas a hablar. No es un momento de confrontación. Es imposible cambiar la Constitución con una izquierda fuerte. Se necesita una mayoría de dos tercios y teniendo en cuenta que el PP tiene mayoría en el Senado... Se necesita una derecha débil y una izquierda con fuerza y capacidad transformadora.

-¿Por qué siglas apostaría para tomar las riendas del país?

-Lo primero que deberían aprender los políticos es una lección de álgebra, es decir, sumar, restar, multiplicar y dividir. Yo creo que estamos ante el preludio de una campaña electoral. Los políticos no están a la altura de lo que España necesita actualmente.

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