Si hay un pueblo en cuya idosincrasia figure la máxima implicación en cualquier tipo de evento social, éste es el de A Illa de Arousa. Solo un mes después de mostrar todo su orgullo vecinal con el San Xulián, esta madrugada tocó una fiesta menos endogámica pero igualmente representativa del carácter isleño.

El lunes de entroido no es precisamente un lunes cualquiera más allá del puente de O Terrón. Es el día en el que el concello se deja invadir por vecinos ávidos de diversión en el homenaje a Don Carnal más anárquico y multitudinario que se conoce en toda la comarca. Desde primera hora de la tarde ya se suceden desfiles de pandillas, en este caso las más jóvenes, luciendo galas para la ocasión.

Si bien la fiesta no se ciñe a ningún guión, otra cosa muy diferente es el tiempo y la dedicación que se emplea en la confección de los disfraces. La competencia entre los grupos de vecinos de A Illa es una ley no escrita y lo cierto es que la originalidad y ese sentido del humor tan característico de la localidad se convierte en la base de cualquier diálogo que surge durante la noche.

La atmósfera va ganando en densidad humana a medida que se acerca la noche. En A Illa hay representación de todas y cada una de las localidades vecinas. En algunos casos incluso se organizan excursiones en autobuses para poder dar rienda suelta a la alegría sin necesidad de correr ningún tipo de riesgo en la carretera. El ejemplo es O Grove que, por un precio de 10 euros por persona, ofrecía un desplazamiento de ida y vuelta que salió de la villa meca cerca de la medianoche para regresar a las siete de la mañana. Un desplazamiento tan masivo en las dos ediciones previas que incluso se le ha dado el nombre de "III Invasión meca á Illa de Arousa".

Una expedición que casi simboliza el hermanamiento carnavalesco entre las dos poblaciones arousanas con mayor implicación con estas fechas.

Todos los bares y pubs de la localidad tuvieron ayer el día más fuerte del año. La música sonó hasta el amanecer en unas horas en las que A Illa destiló alegría en lo que fue un baile de máscaras, maquillajes y disfraces de todo tipo.

Los más valientes se mostraban decididos a desafiar a la propia meteorología con escasas telas, si bien predominó el disfraz llamado de invierno por lo generoso de su abrigo. Eso sería al principio porque a medida que transcurrían las horas las temperaturas alcanzaron en su mayoría un estado óptimo, más aún en unos abarrotados locales que hacían su particular agosto en la madrugada del nueve de febrero.

Las vacaciones escolares propias del carnaval también contribuyeron a que la media de edad de los visitantes descendiese de manera considerable. Incluso el llamado entroido infantil, el que se celebra por la tarde, registró un ambiente que parece ir en aumento cada año.

Una noche de desfiles improvisados y personajes de todo tipo que disfrutaron del transformismo y la broma con una predisposición propia de lo que supone vivir el carnaval en A Illa.