El más lujoso chalé de la urbanización de A Tomada en Carril (Vilagarcía) se ha transformado en una ruina apenas cinco años después de ser embargado por la juez De Lara que dirigió la llamada operación Campeón. Toxicómanos, juerguistas, vándalos y amigos de lo propio y de lo ajeno lo han deshecho de tal modo que en la actualidad poco más queda que un simple esqueleto de hormigón, cuyo valor se reduce al del solar.

"Si lo hubieran tapiado en el momento en que lo confiscaron, la situación sería distinta a día de hoy". Quien así habla es el vecino lindero, José Ramón Ares, quizás el más perjudicado por el deterioro de este inmueble que no hace mucho pudo superar el millón de euros en cualquier compraventa.

El chalé de Dorribo, aunque registrado a nombre de su mujer, ofrecía todas las comodidades que se puedan soñar: sauna, piscina interior climatizada, piscina exterior con gradas para el público, gimnasio, amplios salones, enormes dormitorios, caja fuerte, garaje para cuatro coches y sobre todo, unas espectaculares vistas a la isla de Cortegada en el lugar más privilegiado de la ría de Arousa.

Todo ese lujo se desvaneció de un día para otro. Jorge Dorribo y sus amistades apenas pudieron disfrutar la propiedad que en su día adquirieron al dueño de la ferretería Nartallo que es quien diseñó el espectacular inmueble cuando el promotor Falcón inició la urbanización de A Tomada.

"Dorribo se dejó ver por aquí un solo verano y algunos días sueltos durante el invierno", recuerdan algunos vecinos pues su ostentación no pasaba desapercibida, con varios coches de impresión a las puertas de su moderno chalé.

Casi de la noche a la mañana se produjo el cambio radical. Fue en mayo de 2011 cuando estalló la llamada operación Campeón y el imperio de Dorribo que era dueño de los exitosos laboratorios Núpel se desmoronó como un simple edificio de papel.

Entre ellos, además de lujosos yates que guardaba en Vilagarcía, coches prohibitivos o enormes motocicletas, el chalé de A Tomada se degrada tanto que hoy apenas tiene el valor que le corresponda al solar.

Es fácil estimar que el precio de esta construcción pudo devaluarse desde aquel año en un 75 o en un 80%. Los vecinos creen que a día de hoy no puede superar los 200.000 o 250.000 euros porque es lo que más o menos se paga por una parcela de 600 metros cuadrados en la zona. Con estos datos se llega a la conclusión de que el edificio pudo rondar el millón de euros de la época.

Es decir en este tiempo se ha devaluado la propiedad en más de 700.000 euros "lo que se pudo haber evitado si la autoridad judicial hubiera ordenado, simplemente, el tapiado de la finca".

Obviamente no se hizo por lo que cualquiera puede campar a sus anchas tanto por el chalé como por el bungalow auxiliar que se instaló al lado del edificio.

Los vecinos reconocen que el momento de mayor deterioro se produjo a los pocos meses del embargo. "Han venido incluso camiones que se han llevado lo más valioso del interior, incluso la caja fuerte", recuerda Ares.

Pero luego, el chalé se convirtió en un lugar de citas para el botellón o para el consumo de drogas. Apenas un año después, el inmueble ya acusaba un enorme deterioro pero a medida que pasan los años, la degradación ha convertido este espacio en casi salvaje.

De hecho, no solo se han llevado objetos que pudieran tener algún tipo de valor en el mercado, sino que ha habido desaprensivos que se han dedicado a destrozar el inmueble por lo que apenas quedan cristales en las ventanas y se han resquebrajado las grandísimas cristaleras que protegían diversas estancias del edificio.

Los daños son de tal magnitud que tampoco han resultado indemnes las propias escaleras de pizarra ni los suelos de mármol que en su día decoraban el interior del inmueble.

Ni que decir de los revestimientos de madera de armarios empotrados, vestidores, pasamanos o las piezas de las mejores y más caras marcas de sanitarios.

En el exterior se echan en falta los enormes portalones automatizados que en su día cerraban a cal y canto la propiedad. A día de hoy solo una verja sin candado delimita la entrada a la finca, si bien está entreabierta por lo que el paso está siempre franqueado, tanto de día como de noche.

José Ramón Ares se queja de que esta situación de abandono le perjudica gravemente porque "aquí entra todo el mundo". Asegura que incluso tuvo que derribar una caseta suya "porque desde la casa saltaban a mi finca y me robaron herramientas, animales y la fruta de los árboles".