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"Dar voz y vida con tu música a unas imágenes mudas es una sensación inexplicable y muy enriquecedora"

-Como creador de música, se atreve a dar una opinión acerca de cómo regular la difícil relación entre la música e internet.

-Es algo que se está autorregulando de manera natural. Mi mundo no es el discográfico, pero veo que las grandes distribuidoras están agachando la cabeza ante un mundo cambiante y ven que el modelo de negocio no tiene nada que ver con el de antes. Es lo que les queda, adaptarse. El futuro de la música es la reproducción por streaming y a través de dispositivos de memoria. Los autores están condenados a vivir del directo y de las reproducciones de sus composiciones. El vinilo se mantiene más por un tema vintage o de moda, pero no tiene futuro ninguno. Eso es flor de un día. Los formatos físicos no tienen sentido hoy en día. Hay que claudicar a la evolución de la tecnología y adaptarse tal y como se está haciendo.

-¿Tiene alguna influencia de la que beba?

-Hubo una época en la que tenía las cosas muy claras y me limitaba a escuchar únicamente la música instrumental electrónica. Pero, con el tiempo, te das cuenta de que hay un montón de música buena y que cada momento tiene su música. Cualquier música es ahora una inspiración para mí.

-¿Qué le aporta la música?

-Es una liberación de muchas cosas. Para mí es un estado de ánimo en sí misma. La composición a veces surge sola y hay días que no surge absolutamente nada. Otras veces es sentarse y dejarse llevar. Es abstraerse de todo lo demás. Eso te genera un estado de ánimo particular. Te aislas del mundo y siempre encuentras relajación. Es una evasión del mundo y más cuando te pones a componer con unas imágenes mudas a las que estás dando voz y vida con tu creación. Es una sensación inexplicable y muy enriquecedora.

-¿Este reconocimiento en San Sebastián invita a lanzarse a retos mayores?

-Sería de ingenuo marcarme metas en esto. Simplemente me atraen los retos. Una vez gané un concurso de villancicos por internet a nivel de España y Sudamérica cuando llevaba cinco años sin tocar una tecla.

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