El miño es una de las redes que más sufren día tras día. El centollo enmalla con fuerza en ellas -se enreda como pocas especies lo hacen- y resulta muy complicado sacarlo. A veces incluso es necesario romper la red para no dañar la pieza capturada.

Tal es la fuerza con la que este afamado crustáceo se aferra a las mallas de la red que con su grueso caparazón, cubierto de pinchos y rugoso, acaba destrozando esas artes de pesca.

"Al finalizar la temporada hay que cambiar por completo los miños si queremos seguir pescando otras especies", explicaba desde cubierta uno de los centoleiros que el lunes iniciaban la campaña en la ría de Arousa.

Pero no solo se estropean por la acción de las propias presas. La flota de enmalle también sufre las consecuencias de los enganchones de la red en las rocas y en todo tipo de desperdicios existentes en el fondo del mar.

Es frecuente subir a bordo no solo centollos, sino también especies acompañantes, desde merluzas hasta rayas, pasando por lubinas, doradas, nécoras y todo tipo de especies, incluidos depredadores como la estrella de mar.

El problema es que junto a estos aprovechables recursos -salvo que se trate de alguna que está en veda o es de tamaño irregular- los miños también capturan residuos metálicos y plásticos generados por el hombre.

Aunque lo más habitual es toparse con otros aparejos a la deriva o abandonados, las llamadas "artes fantasma", pescan permanentemente y constituyen una de las grandes amenazas del medio marino.

A esto hay que sumar nasas abandonadas y un gran cantidad de cuerdas utilizadas para el cultivo de mejillón en batea que, igualmente, acaban enredadas en los miños y muchas veces los dañan de manera notable.

Cerca de las bateas

En los últimos días se ha visto en la ría de Arousa cómo una buena parte de los pescadores de centollo arousanos faenaban cerca de esos viveros flotantes de cultivo de molusco.

Y al subir los aparejos a bordo llevaban enganchadas numerosas cuerdas de esas que, provistas de los denominados palillos, permiten el desarrollo del mejillón en batea, pero que suelen irse al fondo cuando hay fuertes temporales.

Evidentemente, esta situación es una prueba más de que en el fondo de la ría hay ingentes cantidades de residuos, tal y como tantas veces denunciaron colectivos ecologistas y conservacionistas, buzos y el propio sector pesquero y marisquero.