En el sabor hay una considerable diferencia, ya que el centollo gallego, el de mayor calidad, está a años luz del procedente de otras latitudes, como por ejemplo Francia. El consumidor debe diferenciarlos, sobre todo para evitar que les den gato por liebre en supermercados o pescaderías.

Esto es algo en lo que se incide mucho en puertos como O Grove, donde saben que el centollo de casa (maja squinado) -spider crab en inglés, araignée européene en francés o santola, en portugués- tiene un caparazón pardo oscuro o de un rojo intenso, mientras que el francés tiene tonos rojizos muy tenues. El crustáceo autóctono también se diferencia por sus largas patas, uñas afiladas y las vellosidades de su caparazón, casi siempre cubiertas de algas. A veces sobre ese caparazón se desarrollan esponjas y es fácil que al llegar al consumidor final aún presente pequeños trozos de nailon, sobre todo verde o azul; son pedazos del miño con el que se pesca.