La singladura de Félix Méndez se está convirtiendo a cada pedalada en toda una alegoría a la condición humana. La empatía que este joven grovense ha mostrado con aquellas personas que padecen cualquier tipo de trastorno o enfermedad mental alcanza límites heroicos. Su implicación en la causa le ha llevado a protagonizar la gesta de recorrerse la distancia que separa Mónaco de Santiago de Compostela en bicicleta. Sorteando agotadoras jornadas e incluso condiciones adversas de todo tipo, Félix se acerca a su objetivo con la ilusión como principal recuperador a tanta exigencia física.

Hace tres semanas emprendió su camino desde la capital, desde Montecarlo. No era la primera vez que emprendía el Camino de Santiago, pero sí que nunca antes lo había iniciado desde tan lejos y con un catalizador tan noble como el recaudar fondos para Feafes, entidad que vela por la recuperación de las enfermedades que afectan a la conducta humana, y también para la asociación Alba de Pontevedra.

"Sé lo que es estar con depresión y quiero que mi causa sirva de ejemplo para todos. Se puede salir adelante siempre y, por muy mal que lo estés pasando, siempre hay motivos para vivir con la máxima ilusión", afirmó un convincente Félix. Con más de cuarenta kilos de material y ropa en las alforjas de su bicicleta, el joven grovense interpreta cada día a la perfección su lema "Padiante Sempre". Una expresión con la que se le puede seguir diariamente en las redes sociales. Incluso en la web padiantesempre.com se puede colaborar con la donación de fondos o con la compra de camisetas y pulseras conmemorativas de tal proeza.

Félix Méndez, en una de sus paradas con unas increíbles vistas // FDV

Y es que la aventura de "O Curro" como mucho le conocen en O Grove está llena de un sinfín de anécdotas. "El primer día el GPS me llevó por una zona de monte muy escarpada. Además estaba prácticamente intransitable. Pocos días antes había caído un temporal de agua y los caminos por los que tuve que pasar daban hasta miedo", admite entre risas el grovense. Tampoco olvida cuando en Marsella un ciervo salió a su paso cuando se trasladaba de Mónaco a Cannes a través de un parque natural de enorme belleza paisajística.

Tal es el libro de vivencias de Félix que incluso se le partió la llanta en el tercer día de ruta, "por no hablar de las cuatro veces que ya se me pinchó una rueda". Tras unos primeros días en solitario, a la llegada a Sant Pied de Port la compañía empezó a surgir en forma de otros peregrinos, "ahora todo es más llevadero. Nosotros nos marcamos nuestro propio ritmo y disfrutamos de una experiencia que te marca para siempre".

Pese a los muchos días que ya lleva sobre la bicicleta, el grovense reconoce que "no estoy para nada cansado. Nos marcamos etapas llevaderas y los kilometrajes varían en función de las condiciones de la ruta y del tiempo que haga".

Tampoco es que exista una urgencia por llegar pronto a Santiago. Las rutinas están muy bien marcadas y el progreso fluye muy bien pautado. La dinámica diaria de Félix arranca en el propio albergue en el que pasa la noche. Lo primero es un buen desayuno a las seis y media de la mañana. Tras preparar las mochilas sale al camino para pedalear a buen ritmo. La hidratación y el aporte energético centran su alimentación hasta que a media tarde, y tras visitar el lugar de destino, vuelve a realizar una ingesta importante.

Santiago ya está un poco más cerca, pero lo realmente importante es la causa solidaria que se esconde detrás de su periplo. Mónaco queda cada vez más atrás y los apoyos que está recibiendo le ayudan a pedalear con mayor brío. La salud mental siempre tendrá en ejemplos así una razón más para pelear por ella.