La primera y quizás mayor ventaja de pertenecer al club es que al ser todos amigos tienen la excusa perfecta para verse y charlar un rato; y otra es que al ser más de una docena los integrantes, pueden repartir los costes y acceder así a ciertos vinos caros. Además, como algunos de ellos son profesionales del sector tienen en sus agendas los teléfonos de docenas de distribuidores e importadores, lo que les permite acceder a marcas o caldos concretos que de otra manera difícilmente encontrarían en España.

José Luis Aragunde cuenta que lo habitual es que cada jueves un miembro del club escoja una temática y los vinos que se van a catar. Así, por ejemplo, en una ocasión la noche se le dedica a un productor en concreto; o a un país; o a una variedad de uva determinada presente en diferentes regiones, como hicieron en una ocasión con una de Austria; otra noche los protagonistas fueron los vinos blancos gallegos de altura. En otra ocasión, Alberto Nanclares llevó a la mesa los cinco caldos mejor puntuados en la Guía Peñín con un precio por debajo de los 10 euros.

El hostelero explica que con el club, además de pasar un buen rato, pueden ampliar mucho sus horizontes profesionales. Tanto es así que algunas empresas del sector incluso se desplazan a Cambados para presentar sus vinos ante este selecto grupo de amigos. Así lo hará por ejemplo la próxima semana el grupo Codorniú.

Y eso que ellos han renunciado a la posibilidad de convertirse en un grupo de presión o de influir de alguna forma en el mercado. "Hace unos años sí que publicábamos en internet los resultados de las catas, pero ahora ya no lo hacemos. No queremos influir, ni para bien ni para mal", relata José Luis Aragunde.

Entre tanto, el club les permite probar en compañía y compartir sensaciones sobre vinos casi imposibles de encontrar en los mercados convencionales. El dueño de la Ribeira de Fefiñáns recuerda desde un Rioja blanco de la bodega Viña Soledad de 1957 que consiguió él mismo por solo 25 euros, hasta un rieslin alemán de 2007 elaborado en una abadía, pasando por un "espectacular" klein constantia, que es un vino blanco dulce de Sudáfrica, hecho con uvas moscatel, por el que en su día perdía la cabeza el mismísimo Napoleón.