En septiembre de 1998 FARO DE VIGO daba a conocer la situación de Carolina Dios Otero. Tenía 21 meses y ya tenía que ser operada, tras detectársele en julio de aquel año un cuadro cancerígeno que hacía imprescindible que le trasplantaran el hígado de otro niño, de entre 2 y 5 años.

Su padre era natural de A Illa y su madre, de Sevilla; tenían 32 y 23 años, respectivamente. Vivían en O Grove, y desde allí saltó la voz de alarma, pues además de la grave enfermedad de la niña, su familia carecía de ingresos -sus dos progenitores estaban en paro- y les resultaba imposible costear los desplazamientos a Madrid y otros gastos.

La solidaridad de vecinos y empresarios de O Grove y toda la comarca no tardó en hacerse notar, hasta el punto de que le ofrecieron trabajo en una empresa constructora de Meis.

Fue el 17 de noviembre de 1998 cuando Lucía Fernández recibió una llamada desde el hospital La Paz pidiéndole que trasladara a la niña con urgencia a la capital de España, pues había posibilidades de conseguir un hígado que podría servirle. Los partes médicos decían entonces que Carolina había necesitado transfusiones y que había padecido complicaciones derivada de su grave enfermedad -como una trombocitis, alteración de la coagulación e infecciones- que hicieron preciso ampliar el tratamiento antibiótico intravenoso. Finalmente se efectuó el esperado trasplante de hígado, el 18 de noviembre de 1998 y Carolina Dios pudo empezar una nueva vida. Un par de años después Carolina y sus padres se fueron a vivir a Palma de Mallorca, donde permanecieron un tiempo antes de trasladarse a Sevilla. Desde la capital andaluza, y de nuevo por motivos laborales, se fueron a las Canarias, pero hace tres años, ya sin el padre, tanto Carolina como su hermana Marta y su madre recalaron nuevamente en la ciudad de Híspalis.