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Las huellas de costumbres incívicas en territorio común

Los residuos que caracterizan al entorno urbano convierten el centro de Vilagarcía en un lugar susceptible de diversas mejoras

Una papelera llena en una calle de la zona céntrica con más actividad turística. // Noé Parga

Un recorrido breve por el casco urbano de Vilagarcía durante una tarde apacible de principios de otoño permite disfrutar del ambiente de sus terrazas y del color de sus parques, pero un entorno acogedor y tranquilo nunca permanece ajeno al poco civismo de algunos vecinos que dejan en el espacio público aquello que jamás permitirían que reposase sobre el suelo de sus viviendas.

Los ciudadanos de cualquier localidad aprenden desde su infancia a convivir con manchas y restos de toda clase de productos que distorsionan el paisaje previsto en el diseño inicial de lugares que, de tanto en tanto, modifican su estética, pero siempre recuperan ciertas imperfecciones causadas, en algunos casos, por el descuido de los habitantes del lugar, y en otros debido a la falta de recursos para retirar lo que sobra.

Un caso flagrante de esta clase de problemas se observa en la remozada plaza de España, cuya inauguración todavía se celebra en los alrededores.

Los bancos situados en dos extremos de este rincón tradicional aparecen rodeados, a cualquier hora del día, de restos de colillas, uno de los objetos que más protagonismo obtiene en cualquier zona de un núcleo urbano y que, en ocasiones, consigue formar una pequeña hilera que no conduce a ninguna parte pero revela el descuido con que actúa prácticamente cualquier individuo perteneciente a esta sociedad en determinados instantes.

Las hojas de los árboles dotan de encanto al parque. Sin embargo, ese decorado natural de colores vivos e intensos convive con los tickets de un supermercado cercano, que retratan en diferentes listas las costumbres de quienes residen en los edificios más próximos.

Los desperdicios no se muestran únicamente en los nombres plasmados en estos papeles, sino que gozan de presencia física. Resulta casi imposible caminar más de un par de metros sin encontrar envoltorios de plástico que corresponden a una amplia variedad de alimentos, con excesiva frecuencia, de escaso valor nutritivo.

La previsión y el cuidado de algunos vecinos al aprovechar sus consumiciones callejeras contrasta con el reducido afán por mantener la plaza en el estado en que se encontraba antes de esas mismas personas se detuviesen a pasar un rato agradable en ella. De esta forma, un tenedor de metal abandonado frente a uno de los bancos sorprende a propios y extraños.

Entre las principales molestias comentadas por los peatones que cruzan estos lugares nunca falta la porquería de las mascotas, un detalle que pone de manifiesto la irresponsabilidad de algunos de sus dueños.

Más preocupante resulta el descubrimiento de restos de vidrio, un motivo de desasosiego, sobre todo, para quienes acuden en compañía de niños pequeños. Salta a la vista que otros prefieren las latas, y suelen tener el detalle de aplastarlas.

Algo similar ocurre en la plaza de la Independencia, en cuyas cercanías se conservan restos del material que se descarga a diario con el objetivo de reponer los estantes de un supermercado. La fuente de la plaza contiene chapas de botellines y más de un envoltorio.

Un paseo por las principales calles peatonales de la localidad supone una visita involuntaria a una exposición constante de garabatos improvisados y pintadas fuera de lugar que nada tienen que ver con el arte del graffiti que se puede contemplar y admirar en ubicaciones habilitadas para este fin. Carteles superpuestos y a medio retirar que cubren diversos muros, así como los panfletos publicitarios, reposan a menudo en el suelo.

La estación actual invita a comer productos de la época, como las castañas cuyas cáscaras abundan sobre los adoquines, aunque no llegarán a integrarse en las aceras al mismo nivel que los chicles.

Igual de llamativos, pero más desagradables, son los restos de orina visibles en algunas fachadas. Huellas que nadie debería dejar sobre una superficie compartida.

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