El Ministerio de Fomento trata de devolver al río Ulla su estado original, una vez puesto en funcionamiento el viaducto del Eje Atlántico para el Tren de Alta Velocidad (TAV). Lógicamente es imposible recuperar por completo la imagen de antaño, una vez levantada esa construcción de hierro y hormigón, pero al menos se retiran las islas de tablestacas, los muelles metálicos y todas las infraestructuras provisionales que se habían levantado para ejecutar la obra.

Tanto en la orilla pontevedresa (Concello de Catoira) como en la coruñesa (Concello de Rianxo) se habían construido diversas naves, tanques de decantación de líquidos y otras infraestructuras tendentes a facilitar la ejecución del proyecto desde las que se iban a construir o ensamblar diversos elementos del citado viaducto.

Actualmente puede apreciarse como esas naves y todo lo que las rodeaba ha desaparecido ya, explanándose de nuevo el terreno que se había ocupado para así borrar toda huella del proceso constructivo llevado a cabo durante el último lustro.

Pero si llamativa es la "limpieza" ejecutada en las orillas del Ulla, mucho más lo es la que se lleva a cabo en el propio cauce fluvial, donde, como queda dicho, ya se retiraron las islas de tablestacas, es decir, esas bases circulares formadas con pantallas de hierro y madera que se habían rellenado de tierra y piedra para poder levantar dentro de ellas las vigas del viaducto, de 1.620 metros de longitud y dotado de tres vanos principales con 225 y 240 metros de luz.

Además de eliminarse las islas de tablestacas se procede a la retirada de los puentes metálicos y escolleras que se formaron para unirlas con las orillas y permitir el tránsito de los obreros y los vehículos pesados, la instalación de grúas y, en definitiva, para permitir la construcción de las vigas que dan forma al viaducto y elevan la estructura ferroviaria a sesenta metros de altura.

Ni que decir tiene que eliminar todos esos obstáculos del río es una media altamente positiva, sobre todo para que el régimen de corrientes e incluso la productividad pesquera y marisquera del río y la ría de Arousa vuelvan a la normalidad.

De ahí que la retirada de esos elementos se haga también con barreras de contención o anticontaminación, procurando minimizar el impacto sobre el medio marino y evitando la dispersión excesiva de partículas.

Son los mismos objetivos que se perseguían desde que en 2008 y 2009 se instalaron las estaciones de medición y/o turbidímetros, encargados de determinar en todo momento la calidad del agua "para garantizar que se respeta el entorno y el cauce fluvial", según explican en Fomento. Esos medidores son capaces de determinar los parámetros de turbidez, pH, sólidos totales disueltos en el agua, oxígeno disuelto, conductividad, temperatura y salinidad.

Hay que recordar que en el proyecto ejecutado sobre el río Ulla para permitir el paso del Eje Atlántico se incluyeron abundantes medidas para la preservación medioambiental, tanto preventivas como correctoras. Las más destacadas fueron la instalación de turbidímetros y el compromiso de regeneración natural de las zonas afectadas por los trabajos, que es lo que se está haciendo ahora. La Consellería de Medio Ambiente informó en su día de que las tres pilas del río que sujetan el viaducto "no producirán afección a masas de vegetación de marisma, emergente o de ribera, por lo que la mayoría de los impactos van a ser temporales y reversibles, mientras que los impactos permanentes son compatibles con los valores que motivaron la inclusión de este espacio en la Red Natura 2000".