Ricardo Santolaya Macheti fue el primer pediatra de Sanxenxo. Cuando se instaló en su nuevo hogar, allá por 1981, este conquense de nacimiento pasaba consulta en una casa de Portonovo para la que él mismo tuvo que comprar la camilla, un pesabebés e incluso las sábanas. Desde entonces, eso sí, "todo ha mejorado muchísimo", explica el doctor, jubilado desde el pasado mes de julio. Ahora, 33 años después, tantos como cumple la Feira da Cebola, recibe orgulloso este homenaje de la gente de Sanxenxo, una localidad que después de tanto tiempo siente ya como propia.

---¿Qué significa para usted recibir este galardón?

--Para mí recibir la Cebola de Ouro es un gran honor y una satisfacción enorme. Supongo que es un reconocimiento a mis años de trabajo y significa que los vecinos de Sanxenxo no han estado muy descontentos conmigo. Y a pesar de que el premio sea foráneo, yo vivo aquí desde hace 33 años y me considero de Sanxenxo.

--¿Por qué eligió este destino hace más de tres décadas?

--Llevo viviendo en Galicia desde 1969. Hice la carrera y la especialidad en Santiago, y cuando acabé la especialidad tenía la idea de trabajar en contacto directo con la gente y Sanxenxo era uno de los pueblos que me gustaba por su situación y por el clima. Tuve la suerte de que en aquel momento la Consellería de Sanidade convocó plazas en todo el área del Salnés: Cambados, O Grove, Vilanova de Arousa, Sanxenxo, etc. Así, en 1981 nos presentamos a las oposiciones unos cuantos compañeros, y yo tuve la suerte de elegir el destino que quería.

---¿Cómo le ha tratado la ciudad y sus gentes a lo largo de este tiempo?

--Estupendamente. Tras tantos años viviendo en Sanxenxo lo normal que es que pasé aquí el resto de mi vida, porque aquí he vivido todo y la ciudad y sus vecinos me han dado lo mucho o poco que tengo y aquí voy a seguir.

---¿Cómo fueron los comienzos con su pequeña consulta en Portonovo?

--No teníamos ningún medio. Cuando llegué aquí no había centro de salud y pasaba la consulta en una "casa del médico", a la altura de la unión entre Sanxenxo y Portonovo, donde no había absolutamente nada. Por ejemplo, la camilla la compré yo en Pontevedra, la monté en la vaca de mi coche y la traje hasta aquí. Pesabebés, tallímetro, las sabanillas, todo lo que necesitaba para trabajar había que traerlo y salió de mi bolsillo. En cuanto a las vacunas, me acercaba a Sanidad, las guardaba en la nevera de mi casa y los jueves era el día de vacunación.

--Además, al ser el único pediatra de la localidad debía estar localizable para urgencias todo el día.

--Sí, pero no solo yo, también los médicos de medicina general. Cuando fueron las oposiciones, una de las premisas que firmábamos era la obligatoriedad de residir dentro del municipio para estar localizable. Debíamos estarlo las 24 horas del día aunque no los 365 días del año, porque para poder vivir un poco los fines de semana nos turnábamos entre los 5 médicos que estábamos aquí para librar cuatro fines de semana y trabajar uno.

---¿Qué diferencias ha vivido entre aquella época y la actual?

--Todo ha mejorado muchísimo. Se ha multiplicado al menos por dos o por tres el personal sanitario que trabaja en Sanxenxo. Además, tenemos todos los medios del mundo, solo hace falta pedirlos y traerlos. Hace 33 años, si quería pedir una analítica o una radiografía para un niño, necesariamente tenía que desplazarlo hasta Pontevedra. En estos momentos se puede hacer aquí, sin salir del centro de salud. Diariamente se deben llevar a cabo unos 35 o 40 análisis, lo que supone un avance esencial.