¿Puede un político que miente, menosprecia, insulta y amenaza a los periodistas tener en sus manos el gobierno de un Ayuntamiento? ¿Puede una persona que en plena campaña publica una presunta encuesta electoral tan delirante que ni el mismísimo Groucho Marx se atrevería a suscribir tener ahora a toda la clase política de Cambados deseando comer en la palma de su mano? La respuesta a estas dos preguntas es sí. De hecho está sucediendo.

José Ramón Abal Varela, de Cambados Pode, obtuvo 455 votos el domingo pasado (el 5,6 por ciento del total, que fueron más de 8.300) y le tocó la Lotería. El PP le necesita para conservar uno de sus bastiones históricos; y la izquierda para poner en práctica sus proyectos por primera vez en 28 años. En un tablero de ajedrez, Abal podría pasar por la pieza más débil, que en cualquier momento será sacrificada por algún general... Pero es lo contrario.

El concejal electo de Cambados Pode tiene por supuesto derecho al beneficio de la duda, y a que se le dé una oportunidad para demostrar que detrás de su hermetismo hay un programa y unas ideas concretas para el progreso de Cambados. Y, desde luego, sus casi 500 votos son tan válidos y respetables como los de los demás. Ahora bien, ni Aragunde, ni Abal, ni Caamaño ni Cordal pueden olvidar ciertos "detalles". Como por ejemplo el intento de Cambados Pode de apropiarse de parte del voto indignado de Podemos... sin llevar en su lista a nadie de Podemos. O su empecinamiento en negar (a la prensa, y por extensión a los vecinos) el problema que tuvo con la Guardia Civil.

Posiblemente todo esto sea poco para juzgar las virtudes o defectos de una persona, pero en cualquier caso debe servir para que todos los partidos estén atentos y exijan a partir de ahora a Abal la máxima seriedad, responsabilidad, respeto y generosidad hacia el pueblo. Porque los cambadeses no van a despistarse, y en sus manos tendrán castigar con dureza a quien se lleve el gato al agua si lo hace a cambio de pagar caprichos. Porque esto no es un juego, y ejemplos de arreglos de esta índole sobran, ni hay que ir muy lejos para verlos. ¿O no compró el PP la mayoría absoluta en Vilagarcía a cambio de un mullido sillón en el Senado?