Había dudas respecto al resultado que podría cosechar la organización de la Romaría da Malla de San Vicente de O Grove el primer domingo de agosto, compitiendo así con dos "monstruos" como la Festa do Albariño y el desembarco vikingo, con más de medio siglo de existencia, tradición y proyección.

Pero la fiesta grovense superó con nota alta este duro examen, quizás por aquello de presentarse con un formato muy diferente, si se quiere más familiar y, desde luego, mucho más enxebre.

La cita en la Horta do Cura, que cumplía su sexto año, volvió a resultar un éxito tanto de público como de contenido. Desde las once de la mañana la aldea a la antigua usanza en la que se había convertido el recinto sirvió para reunir en un mismo escenario a la orfebrería, el cuero y los torneros, pero también a los jabones hechos a mano, el queso, la salazón, las mermeladas caseras, canteros, chorizos, licores, alambiques y todo lo que uno se pueda imaginar.

Evidentemente no faltaba la música folclórica, sonaron las gaitas y las panderetas y, por supuesto, se escenificó la malla. Hombres y mujeres vestidos como antaño se unieron y cantaron para golpear con dureza y maestría la paja acumulada, separando así el grano del centeno que luego utilizarían para elaborar pan.

Y es que en el recinto festivo de San Vicente también se asistió en directo al amasado y la cocción del pan de centeno, al igual que fue posible ver cómo se construye un carro del país, cómo se talla la madera y cómo se desarrollan todo tipo de oficios tradicionales.

La asociación cultural Roza do Pedrol, el Concello, el Colectivo Cidadán de San Vicente y la Escola de Arte Dramático de Vigo, que este año tuvo un papel destacado en la celebración, consiguieron la meta propuesta reverdeciendo los viejos laureles del rural gallego -y del grovense en particular- para mostrar así modos de vida perdidos en el tiempo y convertirlos en una auténtica exhibición del máximo interés cultural y turístico.

La satisfacción por el trabajo bien hecho se contagió pronto a todos los presentes, entre ellos el alcalde grovense, Miguel Pérez, que quiso felicitar a sus convecinos por la organización de esta fiesta en la que se combinan "tradición, sabor, folclore, artesanía, oficios tradicionales y la recuperación de la memoria histórica".

Al final todos salieron contentos, muchos con la mente puesta ya en la próxima edición de la Festa da Malla. Y da igual si vuelve a celebrarse en julio o si a causa del mal tiempo y el retraso en el crecimiento del centeno, como sucedió este año, se pospone hasta agosto. Incluso da igual si compite con otras fiestas, pues esta romería ha demostrado que tiene ya personalidad propia.