En 1960, Ramón Rey Guzmán salió de su casa de San Martiño de Meis con su madre y un hermano, un año menor que él, rumbo a Argentina. Ramón Rey aún no había cumplido los 12 años y ni siquiera recordaba el aspecto de su padre, que se había marchado a Sudamérica cuando él no era más que un bebé. Ayer Ramón Rey volvió a Meis, por primera vez en los últimos 54 años.

El arousano es uno de los 188 gallegos que este año participan en "Reencontros na casa", un programa de la Secretaría Xeral de Emigración de la Xunta de Galicia cuyo objetivo es ayudar a los emigrantes gallegos a regresar a sus lugares de origen durante un mes. La Xunta les paga una parte del billete de avión (el 60 por ciento por norma general, el 90 por ciento para los residentes en Cuba y el 100 por 100 para los emigrados en Venezuela) y les echa una mano para reencontrarse con sus parientes.

A Ramón Rey le esperaban ayer en el aeropuerto de Santiago una decena de familiares y viejos amigos. A pesar de que el hombre apenas había dormido y estaba cansado por el largo viaje desde Buenos Aires, quiso exprimir al máximo sus primeras horas en Galicia.

Nada más llegar a Meis fue al cementerio parroquial de San Martiño "a ver a mis tíos y abuelos. Lo que más me duele es que no volví a verles desde que nos marchamos". También visitaron la casa de Caxín en la que había nacido hace 66 años.

El hombre, casado y padre de tres hijos que le han dado cuatro nietos, admite que ha encontrado muchos cambios. "Claro que está todo muy cambiado. Yo recuerdo por ejemplo cuando llevábamos las vacas a pacer. Y todo eso no existe ya. Aunque no es una sorpresa para mí. Navego mucho por internet y ya sabía que eso no existía". Su primer día en Meis está lleno de la emoción que acompaña a los reencuentros. "Hoy me he vuelto a encontrar con mi primo, con el que jugaba a los 10 años. Es como reencontrarse con la sangre de uno mismo".

Ramón Rey, pese al cansancio, se muestra emocionado. "Esto es un sueño cumplido para mí. Me están pasando cosas increíbles, no me lo puedo creer".

El emigrante arousano trae con él muchas historias que recuerdan lo dura que era la emigración a mediados del siglo pasado, cuando muchos gallegos salieron hacia América en busca de una vida mejor, pero sin saber siquiera si algún día podrían volver a Galicia. "Yo cuando me fui ni siquiera sabía si mi padre era alto o bajo, si estaba gordo o flaco", rememora el meisino.

En Argentina, sin embargo, la vida le dio una oportunidad. Hizo estudios universitarios, se casó y formó una familia y puso a andar un negocio que regentó hasta su reciente jubilación. Por eso no sabe qué responder cuando se le pregunta dónde le gustaría que le enterrasen el día de mañana. "Tengo repartido mi corazón. Soy gallego y moriré gallego, pero hice toda mi vida en Argentina y construí mi familia allá".

Aunque, eso sí, admite que ahora que ha probado las mieles del regreso y del reencuentro con su familia de Meis no renunciará a ellas. "Vengo para pasar un mes, pero si me tratan bien volveré", bromea en casa de la prima de Mosteiro que le acogerá estas semanas. Además, ahora tienen una cuenta pendiente. El hermano con el que salió de San Martiño hace 54 años todavía no ha vuelto nunca a Galicia. "Ahora tenemos que conseguir que también venga él".

Whatsapp

El mundo de la comunicación ha cambiado una enormidad en los últimos 50 años. Cuando Ramón Rey salió de Galicia muy pocas casas tenían teléfono, y la única posibilidad de estar en contacto con un pariente emigrado al otro lado del Atlántico era mediante unas cartas que tardaban meses en llegar a su destino. Viajar por placer a Argentina o a Galicia también era una quimera para la mayoría de los emigrantes.

Hoy, sin embargo, es más fácil mantener un cierto contacto gracias a las nuevas tecnologías. Ramón Rey cuenta que "yo no sabía nada de mis primos hasta que hace año y medio una pareja de Meis fue a Argentina y contactó con nosotros. A través de esa pareja nosotros nos pusimos en contacto con mis primos. Ahora pasamos muchas noches hablando por Facebook o whatsapp". Uno de sus primeros deseos, expresado ayer a los periodistas nada más bajar del avión, es "comer empanada gallega".