La de San Antoniño do Pousadoiro es una romería pequeña. Para empezar por el propio nombre de la fiesta, con diminutivo, y para seguir por las dimensiones del recinto, con todos los puestos apelotonados junto a la también pequeña capilla del pazo en ruinas donde se celebra esta romería que se remonta a los inicios del siglo XX, pero que se perdió poco después de la Guerra Civil hasta que en 1989 un grupo liderado por Antonio Martínez y Anselmo Martínez decidieron recuperarla.

Pero más allá de sus dimensiones, es una romería campestre con mucho encanto, y una cita ineludible para muchos vecinos de Cea, Castroagudín, Rubiáns, Trabanca Badiña o Baión. Así quedó de manifiesto ayer una vez más, a pesar de que por la mañana no hubo tanta gente como otros años. "Si llueve malo, pero si hace mucho calor también, porque la gente se va a la playa", afirmaba un vendedor de rosquillas que acude desde hace tiempo a esta celebración.

Los actos se iniciaron el viernes por la tarde, día de San Antonio de Padua, con una misa en la capilla. Y ayer continuaron desde primera hora de la mañana con fuegos artificiales y la música de la charanga vilagarciana Rouba Bicos y de la Banda de Música de Vilagarcía. A las 13 empezó la misa, cantada por el coro parroquial de Cea y presidida por el párroco de A Xunqueira, Manuel Cachaldora, y acompañada por los sacerdotes de Cea, Juan Castiñeiras, y de Baión.

Numerosos fieles escuchaban la misa formando un medio círculo a la sombra frente al palco exterior donde se oficiaba la ceremonia, mientras algunos niños saltaban en una colchoneta hinchable y otros muchos tomaban algo en el bar de campaña o comían pulpo (a ocho euros la ración), carne ao caldeiro o churrasco en las mesas de rancho dispuestas bajo una gran carpa pegada al atrio.

Al término de la misa salió la procesión, y cuando se recogió empezó la comida campestre en sí. Algunos grupos se colocaron en el patio del pazo, como uno de los jóvenes de Castroagudín que tenían mesa y toldo en una esquina exterior del edificio. Tenían unas barras de pan sobre la mesa e iban a comer empanada, pulpo y tortilla. "Yo ya me acuerdo de venir con 10 años", afirma uno de los jóvenes. Otro explica que procuran acudir todos los años, y que aunque la mayoría son de Castroagudín, ayer les iban a acompañar "amigos de Xeve y de Barro", que también se habían dejado seducir por el irresistible encanto de las fiestas pequeñas, casi familiares.

O quizás no tan pequeñas ni familiares, puesto que había más de una docena de puestos de juegos infantiles y de juguetes, de rosquillas (a entre tres y cinco euros el paquete) y de chucherías, entre las cuales destacaban las cerezas, a tres euros el kilo.

El gobierno municipal de Vilagarcía estuvo representado por varios concejales, con Rocío Llovo a la cabeza, y con ellos estaba la diputada autonómica y exedil Marta Rodríguez Arias, que es natural de Cea, parroquia a la que pertenece O Pousadoiro. El alcalde, Tomás Fole no acudió este año porque fue con otros ediles a Faxilde, lugar de la parroquia de Sobrán donde ayer también honraban a San Antonio.

En O Pousadoiro estaba previsto rematar la fiesta, ya sin tanto calor, con una verbena a cargo de las orquestas Pontevedra y Marbella.