La iglesia románica de San Martiño de Sobrán, en la parroquia de Vilaxoán, debe convertirse en visita obligada, pero no como un monumento más sino como uno de los ejemplos más valiosos de esta etapa en la Historia del Arte gallego.

Solo el hecho de que el templo esté en pie es un lujo para la ciudad y un orgullo para Vilaxoán, cuyos vecinos no quieren escuchar siquiera que se hable de tocar ni una de sus piedras.

"La iglesia está muy bonita así", afirma una de las feligresas que ayer paseaba por el entorno del templo. Cierto que la piedra envejecida multiplica ese aspecto áureo de elevados kilates.

Y es que cada una de las piedras tiene su propio misterio, desde aquellas que sostienen el muro, las de los contrafuertes o la labradas que forman los arcos de cañón en el interior de la única nave.

San Martiño reúne todas las características típicas del Románico, desde la portada con puerta, ventana y rosetón, al hermoso ábside circular en el que se sitúa el altar.

Si el exterior es majaestuoso, el interior del templo resulta realmente excepcional, aunque simple como todas las construcciones religiosas de la época.

Se trata de una iglesia de una sola nave en la que sorprende la inmensa luminosidad que proporcionan las diminutas y estrechísimas ventanas.

También el céntrico rosetón de la fachada contribuye a dar la claridad que se necesita en un lugar de recogimiento y oración.

Al ser de nave única, la iglesia de Sobrán tiene gran capacidad para los fieles, que está aumentada por un coro de madera al que se accede desde una estrecha escalera interior.

La belleza interior también tiene relación con el arte Románico y destaca una de las ventanas con arquivoltas y volutas que dan la forma de abanico, uno de los detalles dignos de contemplar cuando se visita esta iglesia.

Además, el templo acoge en su interior varios sarcófagos de eminencias de la época, entre ellos Juan Mariño de Sotomayor, sobre cuyo sepulcro se labró en piedra su efigie. Los historiadores aseguran que es el fundador de la propia "Villa Juan".