Preservar el patrimonio es el mensaje que caló en los participantes del simposio que ayer concluyó en Vilagarcía con un recorrido por la ria de Arousa en el que los asistentes tuvieron ocasión de conocer las torres de Catoira y A Lanzada y dos símbolos de la arquitectura religiosa románica, San Martiño de Sobrán y San Pedro de Sobradelo.

Se cerró así un intenso curso en el que los asistentes han puesto de manifiesto su preocupación por la conservación de un legado que sigue sometido a peligros importantes como el expolio y los actos vandálicos, tal como reconocen dos de los directores del curso, Augusto Guedes y Xesús Borraxeiros, quienes han coincidido en la necesidad de proteger toda esta riqueza histórica que todavía se conserva en Galicia y particularmente en O Salnés.

Guedes incide en el hecho de poner en valor todo este conjunto de bienes, compuesto no solo por la huella material -iglesias, castillos y pazos- sino además el patrimonio inmaterial, mucho más difícil de preservar a través de las generaciones.

Pero lo más visible también tiene riesgos y Augusto Guedes expresa un temor especial por el abandono que sufren algunas joyas del patrimonio, tanto civil como religioso.

"En las jornadas nos hemos centrado en la Arousa medieval y uno de los capítulos que generó un mayor debate fue el de la protección de muchos monumentos que quedan vacíos, sin nadie que los vigile, pues es cuando se produce un verdadero expolio del patrimonio", lamenta el profesor e historiador vilagarciano.

"Han desaparecido piezas, incluso restos de la Edad de Hierro, y también contemporáneos, porque existe también un mercado negro para este tipo de piezas muy cotizadas", expone el profesor quien también hace referencias al vandalismo en monumentos como el que hace casi un año se registró sobre los muros del convento de Vista Alegre y que todavía permanecen sobre las históricas piedras.

Su compañero de simposio, el estradense Xesús Borraxeiros se queda con la idea de una mayor participación de los ciudadanos en la protección de todo el patrimonio histórico.

Apuesta por fórmulas de asociacionismo para proteger determinados conjuntos históricos, como es el caso de la comunidad de András respecto a la recuperación futura de la fortaleza de Monte Lobeira. El caso es similar al del patrocino que algunas empresas y colectivos realizan sobre diversas partes de la catedral de Viena, como las columnas.

Con todo, Borraxeiros percibe un cambio de actitud de la sociedad, aunque haya mucho camino por andar. "Los ciudadanos empiezan a ser conscientes del alto valor que tiene su patrimonio y, además, existen organizaciones como la iglesia o los propios feligreses que también están preocupados por mantener estos bienes colectivos, sin olvidar la vigilancia que desde hace algunos años se realiza por instituciones como la Dirección Xeral de Patrimonio.

Esta inversión de la tendencia, estima Borraxeiros, puede evitar que en el futuro desaparezcan símbolos de una tierra como ocurrió en O Salnés donde se perdió la práctica totalidad de las instalaciones salineras existentes en la alta Edad Media y que, precisamente, fueron las que dieron el nombre a la comarca.

Con todo, se explicó en el curso, queda un legado histórico amplísimo que se debe proteger para venideras generaciones, argumentan Guedes y Borraxeiros, entre otros participantes.

Ambos coinciden en la grandeza de edificios como el monasterio de Armenteira o la propia iglesia de San Martiño de Sobrán, pero insisten en que todo el entorno natural es cultural: edificios, caminos, muros, límites de fincas...; sin olvidar el patrimonio etnográfico y otros muchos aspectos que permanecen en la memoria colectiva.

Dejar toda esta riqueza es, exponen, una obligación de cada ciudadano. "No se trata de proteger solo los monumentos más antiguos, que también, sino otros más cotidianos. Pasear por Rey Daviña o conservar, por ejemplo, el Salón García es un lujo que no se debe dejar perder", exponen los participantes.