"Esto se va", afirma Enrique Couzas. "En Leiro (Ribadumia) somos 380 vecinos y ya no queda ni una sola vaca". Junto a él estaba Jesús Abal, que en su día fundó una carnicería en San Lourenzo de Nogueira. Hace años vio muchas ferias y, viendo el desangelado aspecto de la de ayer, reconoce que "da pena ver esto así". Muchos "paisanos" como ellos siguen yendo por curiosidad o nostalgia.

Juan Cerqueiro y Juan Corrales son de Santiago. El primero vende cerdos y lleva 25 años en las ferias; el segundo tiene ovejas y carneros y trabaja en los mercados desde hace unos 40. Ambos son los continuadores de una larga tradición familiar de "tratantes". Corrales asegura que ya su tatarabuelo vendía en las ferias y recuerda una anécdota del primer día que él acudió a Mosteiro. "Estaba todo lleno y había tantos animales que tuve que pedirle de rodillas a uno de la competencia que me dejase una reja para vender. Por aquella época éramos 20 o 30 con ovejas y se vendía todo".

Corrales sostiene que en la actualidad es difícil sobrevivir como "tratante". "Hay meses que no ganas ni para autónomos". Añade que a las 9 de la mañana de ayer todavía no había vendido nada, mientras que ya contaba con unos gastos de al menos 45 euros entre los peajes de la autopista, el servicio de limpieza del camión y el gasoil. Tanto es así que está convencido de que la tradición familiar iniciada por su tatarabuelo morirá con él. A veces incluso se pregunta si él mismo podrá aguantar en el negocio los poco más de 10 años que le quedan para jubilarse.

Juan Cerqueiro, por su parte, ha continuado con el negocio que tuvieron su abuelo y un tío. Vende cerdos y habla con cariño de su trabajo. "Me gustan los animales y tratar con la gente. Si tuviese que trabajar todos los días ocho horas debajo de un tejado no sé si aguantaría más de medio año". Y eso que admite que el de "tratante" es un empleo sacrificado. "Es una vida sin horas, sin sábados ni domingos. Me ha pasado estar alguna vez en la playa con la familia un domingo por la tarde y tener que marcharme para servirle un cerdo a un carnicero".

Este es un oficio que también exige madrugar. Cerqueiro dice que más de una vez se ha levantado a las dos de la mañana para ir a ferias en Portugal. Juan Corrales, por su parte, se levantó ayer sobre las seis. A las siete estaba en el camión y a las ocho paró a tomar un café rápido a la entrada de Mosteiro. Poco después de las ocho y media ya tenía su puesto montado.