San Fidel y Santa Plácida no son santos incorruptos, sino reliquias cuyos huesos fueron recubiertos con una pasta que simula la piel, pero que en muchos lugares permite ver el esqueleto. En los primeros siglos después de Cristo se extendió por la cristiandad la moda de humanizar de este modo los restos mortales de los santos para despertar una mayor devoción.

Los huesos de la Santa Plácida de Rubiáns fueron exhumados de una catacumba de Roma sobre 1804, y enviados poco después a Cádiz, donde los recibió una familia que tenía una gran amistad con el marqués de Rubiáns. Tanto es así que se la cedieron y éste, posteriormente, dejó que fuese custodiada y venerada en la iglesia parroquial, a pesar de que el pazo de Rubiáns cuenta con capilla propia. En el caso de Carril, los restos óseos del santo pasaron antes por la capilla de Cortegada, y llegaron a la iglesia parroquial en marzo de 1817.

En Rubiáns, los vecinos le organizan una fiesta a Santa Plácida y a San Roque en el mes de septiembre. En Carril, la celebración de San Fidel es después del Apóstol. La reliquia de San Fidel fue sometida a un tratamiento de conservación hace ahora siete años, coincidiendo con los trabajos de restauración que se ejecutaron en el retablo. La imagen se completa con una espada, un casco y un recipiente que contiene la sangre del santo.

En Meaño, se conservan reliquias de San Blas, San Roque y San Antonio Abad en la parroquia de Simes, y de San Benito de Nursia en la capilla de Lores. Estos relicarios se dan a besar a los fieles en el transcurso de las misas dedicadas a estos santos.