Al grovense José Antonio Prieto, propietario de la carpintería Roble, afincada en la Carretera do Conde, se le conoce por ser un auténtico manitas y un virtuoso de la madera. Hace ya cuatro años FARO DE VIGO lo localizó en su taller entreteniéndose con la elaboración de guitarras artesanales. En una entrevista al decano de la prensa nacional explicó entonces que siempre había querido tener una, por eso decidió construirla. Y le salió tan bien que después, siempre por diversión, siguió haciéndolas. Transcurrido este tiempo "Tonio o da Roble", como lo conocen en la villa, confiesa que se ha atrevido con algo mucho más laborioso.

- Parece que tiene un nuevo entretenimiento entre manos, y si cabe resulta mucho más complejo que la construcción de guitarras.

-Así es. He decidido tallar cuatro patas de sofá que son réplica de las existentes hace aproximadamente un siglo. Es un trabajo muy minucioso y que requiere enorme concentración, pero sobre todo mucho tiempo.

-¿Y de dónde lo saca? ¿Por qué se ha decidido a tallar patas de sofá?

-Es muy sencillo: el negocio no tira como antes. La gente ya no encarga tantos muebles y, a causa de la crisis, prefiere ahorrar y comprar artículos mucho más baratos que los de madera, pero lógicamente de peor calidad, lo cual a la larga los hace más caros. La verdad es que me decidí a hacer estas cuatro patas porque lo que me sobraba, precisamente, era tiempo.

-A tenor del resultado parece que se le da bien. ¿Se atreverá con alguna más?

-(Risas) Pues claro que no; requiere un trabajo enorme. Me apeteció ponerme con ellas y las hice, pero ahora que he matado el gusanillo ya no quiero hacer más. Repito que lo hice por entretenimiento, y en cierto modo también como un desafío personal.

-¿Qué quiere decir?

-Pues que cuando era niño trabajé tallando algunas piezas en una funeraria, y prácticamente desde entonces no volví a dedicarme a ello; en cierto modo quería ponerme a prueba y ver si era capaz de recordar lo que había aprendido. Elaborar estas patas artesanales de sofá para entretenerme y haber sido capaz de conseguirlo me reconforta, pero eso es todo. Fue casi como un capricho, pero nada más. Ahora solo me queda esperar a que las cosas mejoren y la gente vuelva a encargarme trabajos propios de la carpintería, que al fin y al cabo es lo que me da de comer.