De cualquier modo, aunque muchos de estos catalanes volvieron a su región, otros tantos se casaron aquí, introduciéndose en la visa social y política de Galicia, contribuyendo a las muchas revoluciones que se fueron produciéndose e introduciendo el liberalismo en las luchas políticas de la época.

Por fin, hubo otros que dejaron parte de su fortuna en obras sociales o municipales, como fue el caso de Luisa Vilá Janer.

La familia Vilá aparece establecida en la ría de Arousa alrededor del año 1800, provenientes de Santa Coloma de Gramanet, estableciéndose principalmente en Vilaxoán y Boiro, y Luisa Vilá, aunque nacida en la parroquia de San Cristobal de Abanqueiro, se afincó en Vilagarcía al casarse con José Bargés Carrós, también descendiente de catalanes.

Un dato curioso de Luisa Vilá fue el de sus testamentos. En un primer testamento hecho en 1878, ya viuda, legaba todas sus muchas propiedades a otro descendiente de catalanes, Francisco Ravella, pariente suyo en 5º grado y alcalde Vilagarcía, pero al fallecer éste antes que la propia Luisa Vilá, hizo otro y definitivo testamento en 1892, siendo en este último en el que dejaba escrito la fundación de un asilo-hospitalillo para Vilagarcía.

En Vilagarcía existía desde el año 1835 un asilo llamado del "Corazón de Jesús", dedicado a "ancianos y huérfanos pobres", del que poco se sabe ya que las esporádicas aportaciones del ayuntamiento con motivo de un ingreso en el mismo no son suficientes para establecer una historia del mismo. Se sabe que hacia el año 1885 estaba regido por sor María Purificación Ruíz, y que al margen de donativos extraordinarios, recibía del ayuntamiento una subvención anual de 1.000 pesetas,

Este primitivo asilo estaba situado en la plaza del Mercado en una casa alquilada a Eduardo Fontán, al cual abonaba el ayuntamiento un alquiler diario de una peseta, o sea, 365 pesetas al año.

Lo cierto es que se trataba de un local pequeño con apenas cabida para las personas asiladas, razón por la cual, Luisa Vilá, en su testamento de fecha 1892 decidió a través del mismo la fundación de un asilo-hospitalillo "para los pobres enfermos y desamparados de este pueblo", dejando como copatronos al alcalde de Vilagarcía y al párroco de Santa Eulalia de Arealonga.

De acuerdo con el testamento, la casa-hospitalillo iría dotada de doce camas, "seis para hombres y seis para mujeres con una renta anual de 500 pesetas", y los testamentarios decían que debía ser construido en "la huerta perteneciente a la misma en el punto llamado de Santa Lucia", para lo cual, se interesaba al "Ayuntamiento para que aceptara el copatronato y concediera la licencia para la construcción del establecimiento".

Hacia el año 1897, el edificio estaba construido pero, como era frecuente en aquella época, surgieron pleitos testamentarios, siendo por fin en 1898 cuando entran en el asilo las primeras personas, todo ello interinamente a cargo de las religiosas María Purificación Ruiz y Carmen Gómez Portela.

El ayuntamiento en principio seguía aportando las 1.000 pesetas que ya daba con el primitivo asilo, aunque a causa de una serie de problemas surgidos, comunicaba en 1904 que dicho dinero "no son una carga obligatoria a favor del Asilo Hospitalillo fundado por doña Luisa Vilá, sino simplemente un acto de liberalidad y caridad", aclarando que esa cantidad debía aplicarse a "los enfermos o desvalidos que por designación del Ayuntamiento, y en su representación de la Alcaldía, entre en dicho Asilo Hospitalillo". Por ello decía que esas l.000 pesetas podía seguir dándolas o suprimirlas en presupuestos futuros de acuerdo con las necesidades municipales.

El año 1917 será cuando lleguen al asilo las religiosas que se harán cargo del asilo de forma oficial. La superiora era la madre Cruz Gurián, y a su cargo estaban las hermanas de la caridad, Clara López, Agueda Galín, Mercedes Romaní y la novicia Esperanza Bajo.

Con el paso de los años, la capacidad del asilo se fue haciendo pequeña para los necesitados, y en 1918, la vecina de Vilagarcía Segunda Rey Barreiro comunica que quiere hacer efectivo el deseo de su difunto marido, Joaquín Silva Lorenzo, en el sentido de construir un pabellón anejo al asilo para aumentar el número de acogidos, y les dice a los patronos del asilo que se hace cargo de la construcción de dicho nuevo pabellón, para lo cual solo se necesitaba que alguien donase el terreno.

El terreno valía unas 6.000 pesetas aproximadamente, y fue el propio asilo el que corrió con dichos gastos, a los que se unieron el alcalde y el cura párroco aportando entre los dos, y a partes iguales, las 9 pesetas que faltaban para completar la cantidad total.

Fue en 1920 cuando se unió al asilo el nuevo pabellón que constaba de "una planta baja comedor y un piso dividido en dos salas con camas".

Con la nueva obra, el número de asilados ascendía ya a 22, y a la vez el asilo fue recogiendo una serie de propiedades, la mayoría de ellas por donación, de tal modo que en el año 1940 el balance de propiedades del Asilo tenían un valor de 98.828,46 pesetas de la época. Gracias a ello se pudo rehabilitar el asilo con obras de mejora de tal modo que en 1955 quedaba la planta baja para comedor y habitación de algunas personas imposibilitadas e incluso una sala de estar. En años sucesivos aumentan las mejoras: en 1961 se pone en marcha el sistema de calefacción, se instala baldosa en el pasillo y se consigue que el Ayuntamiento se haga cargo del coste de la leche diaria para los internos.

Con la llegada de la década de los años 70 se hizo necesaria la construcción de un nuevo asilo por las deficiencias y las continuas reparaciones del asilo fundado por Luisa Vilá. Un ejemplo de ello es la grave situación en que se encontraban los acogidos, superando muy por encima el número de residentes hasta el extremo de que se llegaron a los 50, razón por lo que la madre superiora diría que "en un dormitorio tuvimos que instalar 15 camas y allí uno apenas podía moverse. Es decir, no tenemos la posibilidad de acoger ni a una persona más".

Por fin las obras del nuevo asilo, -el actual- se iniciaron en el año 1981, prolongándose hasta 1985 en que se trasladan todos los antiguos residentes bajo la dirección de sor Veneranda González Dapena, contando siempre con la extraordinaria colaboración del por entonces alcalde José Luis Rivera Mallo.