La excavación en el Monte do Castro ha adquirido una enorme magnitud durante la última fase que concluyó el pasado 31 de diciembre pero que el mal tiempo de las dos últimas semanas ha dejado bastante deslucida, tanto que ha quedado casi impracticable.

El equipo de arqueólogos provincial comienza hoy el último período de trabajos pero que será el más vistoso porque se trata de restaurar todos los edificios y convertir el lugar en un auténtico museo castrexo rural a finales de este año 2014.

El equipo de arqueólogos que trabajó en los últimos meses en la zona de la "croa", es decir la zona alta del poblado celta, descubrió otra media decena de cabañas circulares y otra parte del muro que en su día cerró el perímetro del recinto, sin olvidar las importantes piezas que encontraron en las últimas semanas como la olla de bronce o el tesorillo de monedas romanas.

Los trabajos arqueológicos han descubierto la importancia de este poblado celta durante los, al menos, cinco siglos que se mantuvo en pie, tanto por la actividad industrial, agrícola y ganadera como por las importantes relaciones comerciales y marítimas que mantuvieron sus pobladores.

En definitiva, se trata de uno de los castros que pueden revelar muchos secretos de la antigüedad gallega, por lo que precisa de esta nueva y última fase de trabajos para que todo lo realizado durante los últimos años no se pierda en semanas o pocos meses.

Este argumento se sostiene por si solo ya que en solo quince días, por el castro de Besomaño (Leiro-Ribadumia) empezaba a asomar la sombra de un acelerado deterioro, si se compara con otras etapas de la excavación.

Las lluvias y fuertes vientos de los últimos días han causado importantes estragos en el cada vez más amplio recinto de la Edad del Hierro y solo están en verdadero estado de revista cuatro o cinco cabañas situadas en las proximidades de la entrada principal.

Nadie discute el celo de los técnicos a la hora de proteger y conservar toda la estructura patrimonial pero ninguna de las medidas de refuerzo han sido suficientes para evitar el deterioro en alguna de las antiguas construcciones, que ahora habrán de reparar.

Quizás resulte todavía sencillo, con el trabajo de uno o dos días, recomponer las zonas afectadas pero ya son muchas las piedras que se han desmoronado en toda la superficie, lo que demuestra que las redes y las decenas de sacos terreros son una contención insuficiente durante la época de temporales de invierno, como las que se desataron estos días.

Cierto que el poblado se encuentra en una zona de muy compleja conservación al estar situado en la cima de una montaña, pues los arrastres de agua y tierra son habituales.

Ello ha provocado que el barro cubra por completo el suelo de las cabañas que todavía no han sido restauradas por completo ni cuentan con sistemas de drenaje adecuados. Esta situación impide que el visitante pueda distinguir siquiera los trazos de las cabañas, establos, almacenes o industrias, así como aquellos elementos de la vivienda -el lar o lareira- que han subsistido el paso de los años.

El lodo también ha borrado los senderos del poblado e incluso han llegado a formar escalones de complicado acceso en el que llaman Paseo de Ronda que permitía la circulación en la laberíntica ciudad del pasado.

Peligra también el recuperado muro, pues las redes que sostenían las piedras recogen algunos cascotes que se han desprendido, especialmente en la cara este del poblado, precisamente la que está en más peligro pues se alza en lo más alto de la ladera del monte. Hace meses que los técnicos han puesto de manifiesto los problemas de contención de esta muralla, aunque todavía no se ha aplicado la solución y Patrimonio no autoriza innovadoras fórmulas de cimentación del terreno, como zapatas de hormigón.

Descubrimiento

Con ocasión de este trabajo se ha realizado otro importante descubrimiento respecto al castro porque éste se asienta sobre un terreno artificial y no en una montaña natural.

Las dos zanjas abiertas bajo el muro, de unos seis metros de altura, han permitido un estudio estratigráfico que demuestra que el poblado se construyó sobre un relleno realizado en su día por el hombre. De hecho tras la apertura de estas zanjas verticales todavía no se ha encontrado roca que asiente el lugar.

También ha requerido especiales medidas de seguridad, el empedrado de los muros que en su día formaban la entrada monumental. Las lluvias y el arratre de tierra podría desmoronar toda la estructura descubierta, así como la calzada por la que se accedía al poblado.

Tampoco se ha resuelto en los últimos meses, en esta ocasión porque la Dirección de Patrimonio todavía no autorizó la retirada de una pared de pajabarro que se derrumbó limpiamente sobre el suelo de una de las cabañas de la parte inferior del poblado.Este importante hallazgo lleva varios meses descubierto pero está en peligro al estar cubierto por unos simples tablones.