A la extraordinaria belleza de la nave y los ábsides de la iglesia de San Martín de Sobrán, en Vilaxoán (Vilagarcía), el historiador Hipólito de Sá Bravo añade "la estructura y perspectiva de la fachada", digna de contemplarse antes de introducirse en su nave, cuya estética se deriva del influjo compostelano no solo esta iglesia sino sobre todas las románicas del Salnés.

Manuel Murguía señalaba en su obra "Galicia", que esta iglesia cuenta "con importantes restos medievales situada en un alto, cuidada con esmero, rodeada por un cementerio en que las sepulturas se ocultan entre flores y rosales, teniendo enfrente el mar y a sus pies las humildes viviendas de los pescadores". No es posible admirar su primitiva pila bautismal por estar actualmente en el Museo de Pontevedra.

Todo parece indicar que la iglesia perteneció a un monasterio que ya existía desde el siglo X, del cual solo persiste esta iglesia de San Martín de Sobrán, y que bien podría estar situado donde se levanta actualmente el pazo contiguo a la iglesia. Según el estudioso de la heráldica pontevedresa José A. Vázquez Casáis, la iglesia parroquial fue en su día capilla del pazo.

Gerónimo del Hoyo

El canónigo y cardenal de Santiago don Gerónimo del Hoyo, relata hacia el año 1600, que la parroquia tenía solamente sesenta feligreses, y que de sus frutos se hacían dos partes: una que pertenecía al cura parroquial a la que había que añadir un dezmero, que consistía en diez pipas de vino y veintiséis cargas de pan, y la otra al patrono de la misma "don Pedro Álvarez de Sotomayor, por su mujer, cuya es la representación".

Añade el citado cronista que "hay una hermita en esta feligresía que llaman de nuestra Señora de la Misericordia".

Ya dentro del templo, destacan sus sepulcros pertenecientes a los señores de la Casa de Sotomayor, -patronos de la iglesia-, y dentro de ellos, destaca la de Juan Mariño de Sotomayor, hermano de Suero Gómez de Sotomayor, situada en el muro norte de la nave, y que Hipolito de Sá describe de la siguiente forma: "Tiene estatua yacente con las vestiduras episcopales y mitra, sosteniendo en las manos sobre el pecho un libro. En la parte frontal de la urna sepulcral una inscripción con letras góticas, en las que dice que allí está sepultado don Juan Mariño de Sotomayor y tres escudos con los blasones de la familia".

Prueba del enorme valor artístico de este sepulcro es el hecho de que algunos de los historiadores del arte más importantes de Galicia, han investigado la semejanza de este sepulcro con otros de personajes importantes de la Iglesia gallega.

La historiadora Marta Cendón (La muerte mitrada. El sepulcro episcopal en la Galicia de los Trastamara) comenta que en los años 60 del siglo XV hubo un importante taller en Santiago en el que se construyó el sepulcro aludido de la Iglesia de San Martín de Sobrán, así como los del arzobispo Rodrigo de Luna y el del obispo de Orense Alonso López de Valladolid.

Sobre el parecido entre los sepulcros del arzobispo Rodrigo de Luna y de Juan Mariño, señala esta historiadora como importante la presencia de "ángeles insertos entre las almohadas" con un libro entre las manos, con rasgos "muy semejantes a los que aparecen en el sepulcro del arcediano Don Juan Mariño, aunque en este último su ubicación en el lateral, permite un despliegue de alas que después se vuelven sobre sí mismas, incluso en el que corresponde con la parte adosada al muro".

Igualmente comenta la semejanza y discreta diferencia entre ambas tumbas, ya que en el sepulcro del arzobispo "destaca un prótomo de león que sirve de soporte, y que hace suponer la pérdida de otro".

En realidad, y a pesar de sus fauces leoninas, el conjunto de la cabeza, con grandes orejas, cobra un aspecto simiesco, en tanto que se marca el pelaje del cuerpo y afiladas garras que reposan sobre un pedestal. Su factura es muy similar a la de los soportes del sepulcro del arcediano Juan Mariño, si bien en dicho caso están echados e incluso uno de ellos gira la cabeza".

También el historiador del arte Chamoso Lamas (Escultura funeraria de Galicia) opina que el sepulcro de Juan Mariño de Sotomayor sería de "la misma inspirada mano" que el del arzobispo Rodrigo de Luna.

Núñez Rodríguez

Por su parte, Núñez Rodríguez (La idea de inmortalidad en la escultura gallega) ratifica el mismo origen del "maestro de los sepulcros de dignidades eclesiásticas" aludidas anteriormente.

Moralejo añade que el sepulcro de Juan Mariño de Sotomayor guarda más semejanza con el del arzobispo compostelano indicado, que con el del obispo de Orense explicando que "el del arcediano (Mariño de Sotomayor) presenta una factura más geométrica, mantiene el ángel junto a la almohada, un rostro más modelado y una mitra de pico más corto".

Las similitudes entre el arzobispo Rodrigo de Luna y nuestro Juan Mariño no solo lo serían por su sepulcro respectivo, sino también por el aprecio que en vida demostró el arzobispo hacia el arcediano, hasta el punto de que lo nombró alcaide de la fortaleza de la Rocha Forte de Santiago.

Este Juan Mariño de Sotomayor pasará a la historia eclesiástica de Galicia por ostentar en su tiempo el cargo de "Arcediano de la Reyna", dentro de la estructura arcedianal del arzobispado de Santiago.

Para tener cierta idea de lo que significaba ser arcediano de la Reina, hay que acudir al año 1178 cuando el arzobispo de Santiago, don Pedro Suarez de Deza, divide su territorio en cinco arcedianatos para mejor administrar la diócesis: Santiago, Salnés, Cornado, Nendos, y Trastamara, a los que posteriormente se añadiría el denominado "de la Reyna", sobre todos los cuales tenía jurisdicción el arzobispo de Santiago.

Todos estos arcedianatos se dividían a la vez en arciprestazgos, de tal forma, que a modo de pirámide fuera más fácil llevar los asuntos espirituales y terrenales de los extensos territorios de la sede de Santiago de Compostela.

Para comprender la importancia que tuvo Juan Mariño de Sotomayor es conveniente explicar lo que significaba "arcedianato de la Reyna".

En principio, el nombre de este arcedianato procedía de una villa situada en las cercanías de Llerena, en el límite fronterizo de las actuales provincias de Sevilla y Badajoz, pero que en realidad comprendía todos los territorios que el arzobispado de Santiago fue adquiriendo con el paso de los años, pero situados fuera del tradicional territorio gallego de la diócesis. Con el paso de los años este arcedianato comprendía una serie de tierras situadas en Cacabelos, León, Salamanca y Zamora.

Todos los arcedianos de la Reyna tenían el privilegio de no pagar anualmente la conocida como Tenencia Grande de Santiago, que equivalía a un marco de plata, y que si afectaba al resto de las dignidades eclesiásticas del arzobispado compostelano.