Bajo las estrellas de la isla de Cortegada, a donde cruzamos en plena noche tres matrimonios arrebujados en una pequeña barca, botella de champán en mano para celebrar un nuevo año... Ha pasado un cuarto de siglo pero oigo nuestras risas mientras buscábamos estrellas fugaces y abordábamos sueños.

Ya entonces a Carlos Pérez Padrón se le quedaba pequeña la empresa comercializadora de ferretería de su padre y adelantaba grandes proyectos. Era la época de su gran afición por los toros, tanta que en el maletero del coche con el que recorría España como comercial llevaba un capote y un juego de estoques por los que en alguna ocasión tuvo que dar explicaciones a la Guardia Civil, según contaba con gracia.

Una afición que le cruzó un día con Paco Camino, con quien construyó una gran amistad. El "maestro" visitaba de incógnito Vilagarcia con su segunda mujer, y él los protegía de los paparazzi. Una foto de aquellos encuentros en el Club de Mar tenía un alto precio, unos 2 millones de las antiguas pesetas. Nunca se publicó ninguna.

El joven y arriesgado emprendedor, un loco para algunos y un visionario para otros, fundó en Caldas poco después, con 27 años, el imperio de fabricación de manillas que hoy es Eurolatón, acumuló en los últimos años premios a su labor, abrió camino en China al resto de empresarios gallegos -fue el primero en montar allí una fábrica, cuando "el viaje en avión al país asiático costaba un millón de las antiguas pesetas", recordaba- y expandió su sueño profesional por México, Alemania, Polonia...

Pero aunque brillaba con luz propia profesionalmente y otros se encargarán de glosarlo, lo mejor de Carlos Padrón, (perdón a su padre, patriarca de toda la estirpe) estaba dentro de él: Un desbordante sentido de la amistad y de la familia, así como una generosidad y una simpatía arrolladoras. Era en las distancias cortas donde más disfrutaba y los recuerdos de aquellas cenas de los viernes con largas sobremesas se agolpan.

Tenía tantos proyectos empresariales y personales que vivía de forma rápida y a borbotones... Seguía lleno de sueños y dispuesto a hacerlos realidad, como siempre, hasta que su gran corazón falló en México, lejos de los suyos y trabajando.

Estaba en uno de sus mejores momentos y apenas tres meses antes se había cumplido uno de sus mayores deseos: a María, Marta y Rosalía, las tres hijas por las que sentía auténtica debilidad, se unía su primer hijo varón, bautizado con el nombre de su padre.

A Carlos Pérez Padrón el mundo se le quedó pequeño el martes y, ahora, cada vez que mire al cielo ya no lo recordaré bajo las estrellas de Cortegada, sino arriba, entre las más fugaces y brillando con ellas.

Rindo con estas líneas homenaje a mi amigo, y ojalá procuren algo de consuelo a su familia. Con todo mi afecto a su mujer, Isabel, a sus hijas, a sus hermanos, y también a quienes un día le quisieron y compartieron con él una parte de su viaje; pero sobre todo, a sus padres, Puri y Carlos, de quien presumía haber aprendido el secreto del éxito: trabajar, trabajar y trabajar.

*Periodista