Un paseo por el centro de Vilagarcía delata la gran cantidad de sucursales bancarias que albergan calles como Rey Daviña, Castelao o la Praza de Galicia. En apenas 200 metros cohabitan una decena de entidades. Sin embargo, desde el principio de la crisis el cierre de estas oficinas se ha ido acelerando hasta llegar al punto de que en los próximos días, uno de los bancos más importantes de España, Bankia, se quedará sin representación en la ciudad.

En su caso, como en el de otras entidades, se trata de una política de reducción de gastos tras la durísima reconversión de las cajas de ahorros fusionadas en nuevos bancos.

Algo parecido ha sucedido con NovaCaixaGalicia (NCG), que mantiene con comodidad su hegemonía local, con sus seis sucursales de las 24 existentes a día de hoy en Vilagarcía. Recientemente cerraron tres, la de Bamio, cuya desaparición estuvo rodeada de polémica vecinal, la sede histórica de Caja de Pontevedra en la Praza de Galicia y la de Os Duráns.

Con el retroceso, previo a la crisis, del Banco Pastor, que se ha quedado limitado a la oficina del Edificio Lara, Carril y Vilaxoán son, al menos de momento, territorio 100% NCG.

Entre las sucursales cerradas desde el inicio de la crisis están la del BBVA en Rey Daviña, la de Bancaja en Conde Vallellano, o el Banco Espírito Santo y la CAM en los bajos del Hotel Castelao.

Los cierres no solo denotan la crisis financiera palpable desde 2008 y cada vez más acentuada en toda Europa, sino también la inmobiliaria, más propia de España. Y es que casi todos los bajos abandonados antes o después por los bancos y cajas de ahorros en Vilagarcía tienen aún colgado el cartel de se alquila.

No hay presente para estos locales desde que la crisis se ha cebado con el pequeño comercio y ahora acompañan a otros tantos viejos negocios que bajaron sus verjas en los últimos meses.

Para más inri, Vilagarcía ha experimentado en este reciente período la aparición de un fenómeno que nunca se había dado en la ciudad: la de los indigentes durmiendo en las entradas de las sucursales. Esta estampa, otrora propia de ciudades más grandes, ahora puede apreciarse casi a diario en algunas de las oficinas que cuentan con más espacio para que las personas sin techo puedan intentar resguardase del frío de la noche a falta de algo mejor.