La marcha de El Soplao del año pasado fue tan dura que solo llegaron a meta 1.000 de los 4.000 ciclistas que habían tomado la salida. Uno de ellos fue Roberto Gómez, un policía nacional que se metió entre los 200 mejores, tras nueve horas y media de lucha encima de la bicicleta. Este año volverá al infierno cántabro y lo hace en un gran estado de forma. Hace una semana corrió los 101 kilómetros de Ponferrada, y acabó decimosexto de entre 1.500 participantes.

José Panadero, que también es policía, y Agustín Noya, que es conductor de ambulancias, no tuvieron tanta suerte en El Soplao de 2012. Hacía tanto frío y llovía tanto que muchos corredores empezaron a dar muestras de hipotermia, por lo que la organización tomó la decisión de suspender la prueba. Panadero y Noya iban juntos cuando la organización decidió poner punto y final al martirio. "En aquel momento me enfadé mucho, pero después lo agradecí porque la verdad es que seguir era inhumano", cuenta José Panadero, que este año confía en quitarse la espina.

También Agustín Noya espera tomarse este sábado la revancha con El Soplao. "El año pasado fue una locura, pero la verdad es que es un reto personal, y quiero acabar la prueba". Pero es consciente de que no será fácil. "Las previsiones meteorológicas para el sábado son malísimas, y dan nieve a partir de los 1.400 metros".

Gómez, Noya y Panadero viven en Vilagarcía y entrenan juntos en compañía de un cuarto amigo, David Lago, también vilagarciano y miembro del cuerpo de bomberos de Barbanza. En el caso de este último va a El Soplao por primera vez. "Vamos juntos a entrenar o salimos los domingos en bicicleta. Fueron ellos quienes me animaron a participar. Es un reto personal", cuenta David Lago. Lo que más respeto le infunde, por encima del desnivel, es la lluvia. "El frío se puede pasar, pero la lluvia, en cuanto te cala... Si llueve mucho será una prueba durísima". Lago intentará acabar en unas 12 horas.

47 años

Tras su buen resultado de 2012, Roberto Gómez regresa a El Soplao con ganas de hacerlo bien. "Es una prueba dura, pero no solo por los kilómetros, sino también por la meteorología, con variaciones muy fuertes en la temperatura". Y es que la marcha parte de Cabezón de la Sala, a solo 130 metros sobre el nivel del mar, pero durante las horas siguientes los deportistas tendrán que afrontar subidas a montañas de más de 1.000 metros o vertiginosas bajadas en las que el viento corta la piel.

Roberto Gómez tiene 47 años, pero asegura que "no me siento mayor para este deporte". Además, está convencido de que los años sobre la bicicleta le han dado un temple muy positivo. "Tengo más capacidad de sufrimiento y de paciencia. Hago mi carrera, pendiente de mis sensaciones, y no me importa adelantar a otro o que me adelanten a mí".