La aparición de la enorme muralla que rodeaba el Monte do Castro ha revelado la potente estructura urbana de este núcleo castrexo que se estructuraba como fortificación pero que también estaba poblado extramuros, al menos en el radio que se puede trazar hasta el regato naciente situado a sus faldas.

Dos años después del comienzo de las excavaciones acaban de descubrirse nada menos que ochenta metros de la muralla original del yacimiento. Era un cierre muy potente de al menos 1,8 metros de alto por cinco de ancho, explica el director del proyecto de recuperación, Rafael Rodríguez.

Aunque su localización puede considerarse un éxito, también se ha convertido en la principal preocupación de los arqueólogos por el riesgo que supone el que llegue a desmoronarse. "En este caso no basta con reconstruir la muralla sino que es necesario consolidar la superficie demasiado blanda sobre la que se asienta", explica Rodríguez.

Por ello están a la espera de soluciones arquitectónicas que permitan consolidar la ladera que soporta esta enorme estructura de piedras que ahora han quedado a la vista.

Rodríguez reconoce que está preocupado porque la solución es compleja en todos los sentidos, pues no solo se trata de afianzar la estructura, sino que además es preciso respetar las directrices que sobre este tipo de conservaciones marca la Dirección Xeral de Patrimonio.

Aunque el muro parece completo, si se aprecia su delicado estado. De hecho, Rafael Rodríguez indica que este problema ya debieron tenerlo sus antiguos pobladores debido a la escasa consistencia del terreno.

"Restaurarlo sin consolidar el terreno es una pérdida de tiempo porque en breve se vendría bajo de nuevo", razona el arqueólogo provincial.

Al director de la excavación también le preocupa la conservación de la pared de pajabarro que se localizó intacta en una de las cabañas del monte do Castro.

"Vamos a tener que trasladarla con sumo cuidado porque no la podemos dejar aquí", explica.

La estructura fue hallada al comienzo de esta tercera fase y su importancia radica en que se trata de una pared que se desplomó en el suelo y permanece intacta.

De ahí que, desde el primer momento, se tomaran las máximas precauciones y en la actualidad se encuentra recubierta con una tarima de madera que la protege de las inclemencias del tiempo.

A todo ello hay que añadir la preocupación por recuperar la que se ha venido en denominar "monumental entrada" al castro, en la que se encontraron bastante bien conservados los muros y el enlosado de la calzada. En este lugar parece hubo en su día una torre de vigilancia, zona en la que se encontró un ídolo de piedra, cuya réplica se colocará cuando culmine la excavación.

A lo largo de los dos años de trabajo en este lugar, los arqueólogos han puesto en valor varias edificaciones importantes, entre ellas dos espacios metalúrgicos, siete cabañas habitacionales, cuatro zonas de almacén y una monumental casa-patio, típica en regiones como Cantabria o Asturias, pero única en Galicia.

La importancia de este recinto castrexo implica que la Diputación ya haya decidido continuar con los trabajos hasta mayo de 2014, pues quedan muchas cosas aún por descubrir. Rafael Rodríguez está convencido de que el poblado abarca una basta extensión de terreno, tanto en el interior de las murallas como fuera de ellas, incluso más allá de los fosos y parapetos que circundan el recinto en el que se ha trabajado hasta ahora.

Todavía queda muchísima actuación en la croa del monte, lugar preeminente en el que se supone se situaban los edificios colectivos e incluso los dedicados a sus dioses. La zona de la Pedra da Santa está por descubrir, si bien puede ser la más agredida por una vieja cantera.