Hace ocho años Patricia Méndez Bugallo y su madre trabajaban en la cocina de un club de tenis, pero ese invierno quedaron en el paro. Entonces se enteraron de que el Ayuntamiento de Meaño había sacado a concurso la explotación del bar del Muíño do Ferreiro, y no se lo pensaron dos veces. "Somos de Lores y veníamos a pasear muchas veces por aquí, después de trabajar. Pensamos que la ruta tenía futuro, porque si nos gustaba a nosotras, que somos de la zona, más les gustaría a los de fuera", cuenta Patricia Méndez.

El Muíño do Ferreiro es uno de los molinos restaurados la década pasada por la Mancomunidade do Salnés en un tramo del río Chanca que une las parroquias meañesas de Simes y Lores. Hay una preciosa ruta de senderismo, apta para todos los públicos, y uno de los molinos se habilitó para uso hostelero, para que de ese modo los caminantes encontrasen un lugar donde descansar. No hay muchos más por las proximidades: en Caldas hay uno a orillas del Bermaña; en Dena (Meaño) se encuentra el restaurante Muíño da Chanca, que nació sobre un molino del siglo XVIII; y en Barro es posible tomar un café en un molino situado al pie de los espectaculares saltos del río Barosa.

El uso hostelero de un elemento tradicional del patrimonio gallego, como son los molinos de río, es relativamente reciente. Y está teniendo éxito. Muchos vecinos acuden a este tipo de establecimientos en busca de paz, un paisaje bonito y una gastronomía cuidada. Quizás por ello también están proliferando los negocios hosteleros en entornos apartados, en plena naturaleza. El bar de la playa fluvial de Vilarello, en Valga, y la Taberna da Aldea, en la Ruta da Pedra e da Auga (Meis) son dos claros ejemplos de ello.

El Muíño do Ferreiro tiene una quincena de mesas, entre el interior del local y la terraza. Dos de ellas son las moas del molino, y Patricia Méndez y su familia han conservado otros elementos de la construcción, como la moega, que es el cajón donde se introduce el grano que va a ser molido. También están como en los viejos tiempos el rodicio o la canle. En la cocina preparan zorza, tortilla, oreja, carrillera de cerdo ibérico, pulpo... Pero su plato estrella es una preparación tan sencilla como sabrosa: los huevos con pan de maíz. "Al principio venía gente de todos lados adrede para probarlos. Yo creía que todo el mundo los habría comido ya, pero me sorprendió mucho cuando descubrí que había mucha gente que no los había tomado nunca", cuenta Patricia Méndez.

Estos días están preparándolo todo para abrir de nuevo en Semana Santa. Cierran a mediados de otoño, y ahora toca limpiar el interior, reponer mercancía y arreglar los desperfectos del tejado. Terminada la Pascua solo abrirán los fines de semana, pero en verano trabajan todos los días. Para la meañesa, que se embarcó en esta aventura con solo 25 años, los molinos-taberna tienen un encanto irresistible. "Yo a nuestro local lo considero una tasca, una tasca típica. Lo que dicen los clientes es que da gusto estar sentado en una terraza y escuchar el río, sentir el frescor de las noches de verano... Yo creo que tiene muchos encantos. Tenemos unos clientes que vuelven todos los años en su aniversario porque dicen que fue aquí donde se enamoraron. Y la verdad es que este sitio enamora".