"La próxima semana debería estar rematada la pousada. Queda colocar el tepes en el jardín y otros pequeños detalles tanto en el exterior como de barnizado y limpieza en el interior", explica José Abal, fundador de la empresa constructora que encajó este edificio hotelero en la naturaleza de Armenteira.

El empresario se convirtió ayer en improvisado cicerone de FARO y abrió puertas y balcones de un edificio que fue construido pieza a pieza, con paciencia artesana y materiales de las mejores calidades, como exigió el arquitecto Mauro Lomba, autor del proyecto.

"Ha sido la obra más minuciosa de mi trayectoria profesional de más de 50 años. No creo que ninguna otra empresa aceptara este reto", dice durante el recorrido por los más de 4.000 metros cuadrados de superficie de la pousada en el que se distribuyen 25 dormitorios adaptados y una suite.

José Abal muestra uno por uno los habitáculos y se para en las paredes y suelos de madera. "Para colocar toda esta madera tuve que adaptar una nave en A Goulla y convertirla en carpintería. Ocho profesionales realizaban allí las piezas mientras que otros ocho las colocaban aquí, una por una. Fue un trabajo de chinos durante seis meses continuados", recuerda con cierto orgullo.

Pero si la madera ocupó tiempo a los operarios, la piedra también es protagonista en este complejo hotelero. Gran parte del revestimiento de la fachada, 3.000 m2 es piedra tallada, una por una, para recubrir cualquier hueco, incluso grandes portalones que quedan perfectamente ocultos en el conjunto.

La obra fue de gran complejidad desde el principio, cuando aparentaba que la empresa no avanzaba. "Excavar todo este espacio nos llevó seis meses porque nos encontramos una enorme cantidad de piedra. Esto era una cantera que fue necesario eliminar. Aún así, todo el edificio está asentado sobre roca",

Abal relata el sacrificio de sus empleados durante una y otra vez, pero al final se le ve entusiasmado con el resultado final, casi apoteósico.

"Se cuidó hasta el más mínimo detalle", explica en una de las habitaciones en la que muestra un remate metálico que evita la más mínima filtración de agua por los ventanales.

Luego comprueba la enorme luminosidad del interior del edificio, donde las cristaleras también predominan en un conjunto en el que cuesta encontrar una viga, siquiera las maestras.

"No hay pilares. Hay muchas estructuras que se han montado en el aire. Fue una ejecución demasiado particular. nunca hicimos una obra semejante".

Luego se para en los aterrazados. Siente cierto disgusto porque estos días ha llovido y no tuvieron posibilidad de cubrir todos los huecos con tepes.

Queda también asfaltar los accesos y adecentar el exterior porque hasta la piscina está también finalizada.

Y como colofón de la obra, Abal muestra el enorme portal de entrada al edificio. Debe pesar una tonelada pero además hecho a propósito con cientos de barrotes artísticos que confieren esa personalidad de armonía con el entorno que buscaba Mauro Lomba cuando presentó el proyecto a concurso.

La intención del proyecto era que la pousada quedase camuflada en el paisaje, aspecto que parece logrado, pues en absoluto interfiere en la monumentalidad del monasterio de Armenteira.

Es más, desde cualquier dormitorio, el monasterio es una referencia, al igual que el bello paisaje que se divisa desde este privilegiado lugar.

Como se prometió, el edificio quedará ultimado en plena Semana Santa, pero todavía queda su amueblamiento final, sobre todo camas y consolas o televisores.

Todo lo demás ha sido colocado por Abal que incluso ayer apuraba la construcción de una imponente terraza que se construye con traviesas del tren que el pasado jueves llegaron a Armenteira, desde Zamora.

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