Construir un cesto de mimbre no es cosa de niños. Aunque el señor Tucho como se conoce en Valga a Antonio Santiago y Xerardo Martínez han quitado importancia a su labor de más de cincuenta años, lo cierto es que esos pequeños canastillos de vimbio requieren tanta maña y destreza como fuerza, además de conocimiento del correcto trenzado.

Estos artesanos cesteros dedicaron todo el día a la fabricación de dos piezas, y la actividad comenzó por la mañana a la hora de cortar y recoger las ramas de la vimbieira y del sabugueiro. Luego, llegó la hora de la preparación, sobre todo del segundo pues necesita primero calor y luego cortarlo en finas láminas listas para moldear.

Hecho esto comenzó la exhibición de destreza y fuerza por parte de los dos maestros que durante la lección también intentaron enseñar a sus discípulos el arte de trenzar este ecológico material, que nace en estos pequeños árboles al borde de ríos o regatos, como los que existen en la localidad.

Juan Ramón Angueira, técnico de información juvenil de Valga asegura que quedó sorprendido con las técnicas de Tucho y Xerardo "que aprendieron hace más de cincuenta años de sus padres y abuelos".

La idea del Ayuntamiento de Valga es preservar la mayor parte de las tradiciones, en especial aquellas que tienen a desaparecer como la malla.

En el caso de la cestería, tanto Xerardo como Tucho admiten que se trata de una actividad muy poco rentable pues un cesto como el que ellos construyeron ayer tiene un precio de mercado que ronda los 18 euros a cambios de varias horas de trabajo. De todos modos aconsejaron a los presentes que aprendieran a confeccionarlos. "Se trata de hacer tres o cuatro y luego ya salen por sí solos", explicaban al tiempo que trenzaban tres o cuatro varas con una técnica casi de prestidigitador. Ahora queda revelar el secreto de todos los cruces para que el cesto quede tupido y que el fondo tenga la solidez suficiente.

Cabe destacar que el mimbre es un material que tiene una variedad importante de usos, en especial para muebles e incluso como ataúdes en épocas antiguas.

En Valga, la tradición se ciñe a los cestos que tanto Tucho como Xerardo confeccionan a nivel particular. Afirman que se trata de un material perecedero y que estos recipientes tienen un uso de dos o tres años. Luego hay que reemplazarlos y así la técnica nunca se olvida.