El viernes, 16 de noviembre de 2012, el escultor Lucas Míguez acudió al Ayuntamiento de Meaño para reunirse con el alcalde, Jorge Domínguez. Éste le había encargado un relieve de Eugenio Padín, "O cego de Padrenda", un vecino de la localidad que había hecho una fortuna recitando coplas en romerías, ferias e incluso elegantes salones de Vigo o A Toxa. Míguez ya tenía terminada la escultura, pero necesitaba saber qué inscripción quería ponerle el Concello. Fue a preguntárselo a Domínguez, pero no estaba en el consistorio. Él, sin embargo, sabía donde encontrarle.

Lucas Míguez condujo hasta Dena, donde se encuentra la de "A Limeta", un bar al que Domínguez solía acudir. Allí estaba en efecto el alcalde. El escultor se sentó con él y tomaron un vino. Míguez recuerda que hablaron de trabajo -el alcalde era más partidario de poner el título de varias canciones del Ciego, en vez de unos versos de una sola- y de muchas más cosas, incluida la enfermedad de Domínguez. "Hubo un momento en que quedó con la copa en alto, con la mirada abstraída, lejos, y le dije ¡eh chico! despierta. Él respondió que los médicos le decían que los parámetros estaban bien, pero que él se encontraba mal, y que preferiría que los parámetros diesen mal y encontrarse él bien".

Apenas cuatro días después, Lucas Míguez fue a Portugal a comprar material para el taller y de regreso a casa, cuando conducía a la altura de Vigo recibió una llamada telefónica, en la que le anunciaban la muerte de Jorge Domínguez. "Sentí muchísimo su muerte, y la verdad es que creía que tardaría mucho en morir. Otros en su caso se meten en cama y él siguió luchando, trabajando. Era una persona con una enorme voluntad por vivir".

El Ayuntamiento de Meaño y la Diputación de Pontevedra están organizando diversas actividades para homenajear al que en el momento de su muerte era el alcalde decano de O Salnés -con más de dos décadas al frente de su concello- y diputado provincial, y encargaron a Lucas Míguez que le hiciese un busto en bronce. El molde de barro está terminado, y la pieza ya se encuentra en una fundición de Madrid.

Finalizado el grueso de su trabajo, el artista confiesa que éste no fue un encargo como cualquier otro anterior -desde el Cabanillas o el Asorey de Cambados hasta los personajes de Valle Inclán de Vilanova-, pues el personaje al que estaba retratando y él habían sido amigos.

"Me costó más hacer esta escultura que otras porque su muerte todavía está muy reciente, y mientras trabajaba, inconscientemente, mi mente se iba sola a recuerdos de escenas, de anécdotas que habíamos vivido juntos. Todo este trabajo tuvo para mí una connotación de pérdida", cuenta Míguez desde su taller de Meis.

"Jorge Domínguez, para mí, fue ante todo un amigo, alguien con quien podía hablar de tú a tú, de lo que fuese, al que podías llevar la contraria... Y lo admiraba porque era una persona íntegra que trataba de ser justa con todos, fuesen o no de su partido político".

"Para mí la creación de esta escultura fue un acto de meditación porque pensé mucho en lo que significa la pérdida de un amigo, saber que es alguien con quien compartiste muchos momentos y con quien no volverás a intercambiar una palabra, aunque siga dentro de tu mente".

Quizás por todo ello, su busto no es una mera recreación física. "No es un tanto un fiel retrato físico, pues a fin de cuentas nuestra apariencia cambia con los años, sino la representación de la esencia de la persona, lo que el artista vio en él. Lo que yo traté de reflejar en este caso fue al amigo con el que podías tomar un vino".