Saber si el río se empleaba como vía de comunicación natural, si los productos que procedían del comercio (especialmente con el Mediterráneo) penetraban hacia el interior, si existía un contacto entre esta comunidad y las costeras o entre esta y las de más al interior, saber cómo explotaban el valle, etcétera son las primeras premisas.

Despues de casi dos años de intervenciones, Monte do Castro se ha revelado como un yacimiento muy potente tanto por sus estructuras como por sus materiales.

La datación más antigua obtenida hasta el momento (por carbono 14, según los datos remitidos por el laboratorio Beta Analitic INC de Miami) es del 360 a.C. calibrado y se correspondería con la ocupación de una cabaña realizada en material perecedero y la más moderna nos lleva al año 90 de nuestra Era (según los datos del mismo laboratorio) y se correspondería con el nivel de ocupación de la casa-patio.

Podemos decir que el castro presenta tres momentos claros de ocupación:

1.- Se correspondería con el siglo IV a.C. el yacimiento estaría ocupado por estructuras en material perecedero, de lo que documentamos los suelos de ocupación y los agujeros de poste. A nivel material lo más significativo es un cuenco encontrado completo que era un depósito fundacional de una de las cabañas, significativo tanto por su funcionalidad como por su procedencia pues se trata de una cerámica de importación mediterránea y dos hachas de cubo de bronce, excepcionales pues normalmente poseen una cronología más antigüa. Las estructuras documentadas serían cabañas y almacenes y sus plantas serían circulares u ovaladas.

2.- En el siglo II a.C., quizás a finales del III a.C. el yacimiento se "reordena" y petrifica, las estructuras perecederas son sustituídas por otras de piedra y el espacio de ocupación se amplía. Las plantas de las estructuras siguen siendo circulares y ovaladas, pero también rectangulares con esquinas redondeadas, los diámetros se amplían, destacando especialmente una cabaña circular que supera los 7 metros de diámetro, aparecen los atrios en alguna de las cabañas (las localizadas en el sector N). A nivel materiales de este momento habría que destacar un buen número de ellos, desde las cerámicas pintadas de origen mediterráneo, una pulsera de bronce con colgantes triangulares, un colgante de cuarcita con forma de colmillo (que en lenguaje arqueológico se clasifica como piedra de toque), varias fíbulas de bronce, cuentas de collar de pasta vítrea, etc

3.- Entre los siglos I a.C. y I d.C. el castro conoce su último momento de ocupación, quizás sea el de mayor actividad reordenadora del espacio interior, se construye una muralla muy potente (configurada en algún sector por 5 muros adosados) que delimita el espacio de ocupación, se rellena una gran superficie del espacio para construir sobre estructuras anteriores, se definen sectores de ocupación por su dedicación (habitacionales y artesanales diferenciados en el espacio) y se documentan estructuras en material perecedero de las que se conserva todo (paredes de arcilla, entramados y vigas de madera), estructuras estas claramente dedicadas al almacenaje de cereal (en su interior se documentó un importante volumen de semillas y granos de avena, mijo y trigo). En este momento las desigualdades sociales quedan patentes a través de las arquitecturas, aparece una casa-patio (típica de los grandes castros-oppida del N. de Portugal y S. de Galicia, pero hasta el momento no conocida en la zona de las Rías Baixas) que implica un control de los recursos económicos importante (no sólo por la arquitectura sino también por su posición de control y dominio sobre el resto del poblado). En este momento, podemos empezar a hacernos una somera idea del mundo de las creencias, en su acceso monumental se documenta la figura esquemática de un guerrero (se trata de la representación de un torso masculino que porta casco y torques, similar a los documentados en Anllo y Castro do Río en Ourense o en Ralle en Lugo), quizás un protector del poblado por el lugar en el que fue documentado, un lugar visible y de tránsito obligatorio para acceder al recinto superior del poblado.

Este poblado de Monte do Castro se abandona en el siglo I d.C., pero parece que por la acción del fuego, se documenta en casi toda la superficie del yacimiento un importante nivel de incendio que deja marcas hasta en las piedras de las construcciones.

Respecto a los materiales de esta fase o momento habría que destacar varios elementos, desde las ánforas Haltern70 que desde la Bética traían vino al NW, 3 monedas de bronce (una de ellas parece un As de Augusto), cuchillos afalcatados de hierro, una punta de lanza de hierro, varias puntas de flecha de hierro y destacan por encima del resto una dolabra (herramienta portada por los legionarios romanos dentro de su equipamiento obligatorio) y una fíbula simétrica con la representación de dos leones (pieza hasta el momento excepcional en el NW) que a pesar de su aspecto orientalizante tendría mucho que ver con los mundos íbero o celtíbero.

Por lo que se refiere al castro en números, desde que se iniciarion los trabajos se han documentado más de 72.000 piezas (cerámicas, líticos, metales, etc) que están siendo tratadas y gestionadas en el Museo de Pontevedra (allí se lavan, siglan, dibujan e inventarían en la propia base de datos del Museo) para su posterior depósito definitivo. El equipo de trabajo es de 20 personas entre operarios y técnicos. Se han mandado 20 muestras para datar por carbono 14 a los laboratorios Beta Analitic de Miami y se cuenta con un importante número de asesores de instituciones públicas y privadas y de empresas que colaboran con el proyecto.

Rafael Rodríguez, es el director de la excavación