Los tesoros de Catoira se hacen cada año más conocidos en el exterior y atraen a mayores grupos de vikingos dispuestos a invadir esta tierra a orillas de la desembocadura del río Ulla. Los bárbaros del norte regresaron ayer a bordo de tres drakkars, remontando el cauce fluvial para intentar esta vez conquistar el municipio.

Finalmente fueron ellos los conquistados, tras una encarnizada lucha teñida de tinto del Ullán. Como en las mejores películas el suceso acabó con final feliz escenificado en una gran romería que se prolongó durante toda la jornada.

Los vecinos de Catoira estuvieron preparándose toda la semana para la esperada invasión de los vikingos, intensificando las estrategias en las horas previas al temido desembarco. La noche anterior organizaron una cena especial y al filo de la madrugada realizaron el conjuro de la queimada para recibir con más fuerza a los invasores.

Por la mañana las Torres de Oeste estaban bien custodiadas por todo tipo de vendedores ambulantes que ofrecían un gran mercado medieval. Cuernos de vikingo, vestimentas para la ocasión, escudos, mazos y espadas para defenderse, cuencos de barro para beber el vino tinto, y todo tipo de productos gastronómicos para acompañar, se ofrecían en la gran feria improvisada a orillas del río.

Los grupos folclóricos partieron de la Praza do Concello hacia las Torres de Oeste ofreciendo pasacalles que animaban a la gente a bajar al río. A las 12 del mediodía parecía que ya no cabía un alfiler en el recinto.

La marea estaba baja y empezaban a divisarse unas embarcaciones remontando el cauce fluvial. Esta situación llevó a la gente a concentrarse en la orilla, intentando buscar el mejor sitio para otear hacia el horizonte.

Pero el río llevaba poco caudal por la marea baja y dejaba al descubierto peligrosas rocas llenas de algas que hacían temer un incidente. Y este ocurrió cuando aún las embarcaciones estaban lejos de la costa.

Una mujer, que estaba en primera línea, recibió un empujón involuntario, perdió el equilibrio y cayó sobre las rocas enlodadas. La accidentada fue socorrida inmediatamente y trasladada a la ambulancia de Urgencias de Protección Civil de Vilagarcía, donde recibió la primera asistencia. Posteriormente fue trasladada al servicio de Urgencias del Hospital do Salnés.

El incidente pasó casi desapercibido entre la multitud concentrada en las Torres de Oeste que esperaba ansiosa la presencia de las embarcaciones vikingas.

El público no fue el único impaciente, los tripulantes de los drakkars se esforzaron para llegar cuanto antes a la orilla y desembarcar, a pesar de que estaba la marea baja. De hecho, el desembarco estaba previsto para la una de la tarde y veinte minutos antes atracaba la mayor de las naves tripulada por feroces vikingos que amenazaban con atacar a la población.

Tres drakkars

En esta ocasión la invasión vikinga se produjo a bordo de tres drakkars abarrotados de peludos marinos que gritaban y hacían ostentación de sus cuernos. Algunos de ellos eran utilizados como botas de vino que bebían y derramaban, al tiempo que demostraban su poderío.

El problema fue que este año los vikingos llegaron un poco desorganizados. La embarcación mayor pasó de largo las torres y atracó por la parte posterior. La siguiente dio la vuelta al islote y posteriormente quedó casi varada en medio del río. La tercera enfiló directamente hacia las torres y su tripulación desembarcó primero. El tercer drakkar necesitó un poco de ayuda técnica para alcanzar la tierra.

Las tres embarcaciones estuvieron custodiadas en todo momento por autoridades náuticas, así como otras embarcaciones de recreo que decidieron escoltarlas hasta Catoira.

Con los vikingos ya en tierra, sudorosos por el viaje y enlodados como consecuencia del desembarco con marea baja, la batalla se desarrolló en tierra a base de mazazos y espadas. Había tantos frentes abiertos que los espectadores no sabían hacia donde mirar.

Pero el espectáculo no resultó gratuito para el público, ya que los vikingos decidieron meter a la gente en escena. Su objetivo era que nadie se fuera del recinto sin ser bañado por el tinto del Ullán, que se derramaba como si fuera sangre.

Bárbaros lanzando llamas, gigantes recorriendo el recinto, luchadores por todos los rincones que fueron doblegados por los encantos de la tierra meiga, del tinto del Ullán y de los mejillones que se ofrecieron a los aguerridos visitantes.

La encarnizada lucha dio paso a una fiesta de confraternidad y una comida campestre con los productos típicos de Galicia, entre los que no faltaban el pulpo y los chorizos, además de los mejillones.

Si bien lo más esperado de la Romaría Vikinga era el desembarco de los bravos marinos del norte, pasadas las dos de la tarde la fiesta parecía que acababa de empezar. Gran parte del público se marchaba de las instalaciones, pero otro tanto bajaba hasta la orilla para disfrutar de la fiesta, que estuvo amenizada por grupos de danza y música tradicional gallega.

Para garantizar el normal desarrollo de la celebración en el recinto había un importante dispositivo de Protección Civil, con voluntarios de Catoira y de Vilagarcía de Arousa, y estaban destacadas varias patrullas de la Guardia Civil. La Romería Vikinga, un año más resultó todo un éxito, para satisfacción de los miembros del Ayuntamiento, cuyo primer representante, el alcalde Alberto García, fue uno más entre el público.