Eran las cuatro menos diez de la madrugada de ayer cuando Javier Oubiña Santos, su esposa y la hija de ambos, una joven de 16 años, se despertaron sobresaltos por una fuerte detonación. Primero creyeron que había estallado la caldera de su casa y fueron a mirar al patio trasero de la vivienda. Al ver que allí estaba todo en orden salieron a la calle, temiendo que hubiese reventado la bombona de butano de alguna casa vecina.

A pesar de lo avanzada de la hora ya había más gente asomada a la carretera; aparentemente todo el mundo estaba bien. La hija del matrimonio, entonces, se dio la vuelta para regresar a casa y vio en ese momento como parte de una ventana del edificio en el que viven estaba destrozada. El Partido Popular de O Salnés había sufrido el segundo ataque violento en el plazo de un mes.

Una o más personas presuntamente relacionadas con el independentismo radical atacaron durante la madrugada del jueves para el viernes la sede del PP de Ribadumia con un artefacto explosivo casero, que causó daños en una de las dos hojas de la ventana. Y aunque ni hubo heridos ni los destrozos fueron de entidad, los grandes partidos políticos democráticos expresaron su repulsa y condena, y el presidente del PP de Pontevedra y de la Diputación –y concejal en Ribadumia–, Rafael Louzán, anunció que se estudiará la colocación de cámaras de vigilancia en el exterior de las sedes cuando éstas ocupen un bajo y en la planta posterior haya viviendas.

Y es que llueve sobre mojado, pues a principios de mayo pasado Resistencia Galega dejó una tartera a presión con unos tres kilos de pólvora en su interior junto a la puerta del PP de Meis. El artefacto tenía un temporizador para estallar a las nueve de la mañana, un momento en el que incluso pasan niños por la zona. El reloj falló, lo que probablemente evitó una tragedia, pero los radicales se salieron en parte con la suya, pues a los pocos días el PP abandonó el local, presionado por los dueños del bajo, que viven en el portal de al lado y que temían nuevos ataques. El caso sigue abierto, sin que se produjesen detenciones.

En el caso de Ribadumia el artefacto era mucho más sencillo, hasta el extremo de que el PP local atribuyó inicialmente los hechos "a un desequilibrado que vive en la zona", sin relación con el independentismo radical, en palabras del presidente de la gestora, Martín Serantes. La alcaldesa, Salomé Peña, declaraba a su vez que "esto fue un acto cobarde de una persona aislada".

Sin embargo, horas más tarde el delegado del Gobierno en Galicia, Samuel Juárez, sí vinculó lo sucedido con Resistencia Galega y su entorno. "Fue un atentado terrorista en toda regla. Si no hacen más daño es porque no pueden", manifestó, al tiempo que agrega que "la hipótesis más probable es que se trate del ámbito de Resistencia Galega". Además, relacionó el material empleado con el que se usó en ataques anteriores a sedes del PSOE.

La Guardia Civil se ha hecho cargo de la investigación, y explicó en un comunicado que no quedó nada del artefacto, al estallar completamente. De todos modos se cree que estaba compuesto por dos cartuchos, con 25 gramos de pólvora de pirotecnia cada uno, y una mecha de retardo, atados a tres pequeñas bombonas de cámping gas. Fue colocado en la repisa de la ventana del local político, y estalló sobre las 3,50 horas. Al parecer, había otros dos artefactos similares en las inmediaciones, pero estos no llegaron a detonar.

Un gran susto

El PP de Ribadumia tiene su sede en el número 7 de Cruceiro Vello, un lugar situado a orillas de la carretera general que une Mosteiro con Barrantes, y con numerosas viviendas y negocios en el entorno. Ocupa un bajo alquilado desde hace ya diez años a la familia de María Dolores Santos. En el piso superior viven un sobrino de esta mujer, Javier Oubiña, su esposa y su hija.

Javier Oubiña cuenta que al salir a la calle, tras escuchar la explosión, vio a lo lejos las luces traseras de un par de coches que se alejaban en dirección Mosteiro. Los vehículos ya se encontraban lejos, por lo que no vio ni las matrículas ni reconoció los modelos, pero sospecha que sus ocupantes podrían estar relacionados con el atentado, pues es muy raro que pase nadie por esa carretera a horas tan avanzadas de la noche.

La persona o personas que colocaron el artefacto habrían actuado con rapidez y sigilo, pues en la vivienda hay un perro que suele ladrar cuando alguien se aproxima al inmueble, y esa noche, sin embargo, no notó nada raro. Tras encender la mecha del artefacto huyeron.

La Guardia Civil recibió la primera llamada de aviso sobre las 4,15 horas de la madrugada, y desplazó inmediatamente una patrulla. Sobre las 5 llegaba también la alcaldesa de Ribadumia, Salomé Peña. Entre tanto, los vecinos, asustados, no apartaban la vista del local y se preguntaban qué hubiese sucedido si el artefacto fuese más potente o si hubiesen estallado los otros dos.

Javier Oubiña y su familia no pudieron regresar a casa hasta pasadas las seis de la mañana. Y aún así no pegaron ojo. "El susto fue muy grande", reconoce el hombre. Al amanecer también se pasaron por la zona el subdelegado del Gobierno en Pontevedra, Antonio Coello, y Rafael Louzán. A primera hora de la mañana Martín Serantes y Salomé Peña regresaron a la sede para evaluar los daños a la luz del día.

Fue entonces cuando Serantes manifestó que "era un artefacto menor, de escasa entidad, muy casero y poco profesional. No tenía temporizador, ni aparatos mecánicos. Cualquiera podría hacerlo en casa", por lo que relacionó más lo sucedido con un acto vandálico que con una acción terrorista. Serantes hacía estas declaraciones en el interior de la sede, mientras observaba los desperfectos, que se limitaban a una hoja de la ventana, al marco, a una pequeña grieta en la pared interior, y al suelo lleno de cristales. Bajo la ventana había un ordenador y una impresora, que seguían funcionaban.

Pero aunque los daños eran escasos había dos factores que preocupaban mucho tanto a Serantes como a Peña: que solo haya pasado un mes desde el atentado fallido de Meis; y que una vez más el ataque se haya perpetrado al lado de domicilios particulares. Y en que en Meis el incidente acabó obligando al PP a recoger sus cosas y a cambiar de sede. En la actualidad, el partido que en ese pueblo dirige José Luis Pérez carece de una ubicación fija, y cuando tengan que celebrar una reunión lo harán en la casa particular de alguien del partido.

¿Sucederá lo mismo en el caso de Ribadumia? La propietaria del bajo, María Dolores Santos, apuntaba ayer que "no descarto nada. En Meis la bomba era mucho más grande, pero no explotó. Aquí sí. Pero de momento está muy reciente todo". El alquiler se hizo hace ya una década "y nunca pensamos que algo así pudiese pasar. Cuando ocurrió lo de Meis nos tranquilizamos pensando que aquello es más pequeño y que está más alejado. Pero ya se ve". Mientras, su sobrino, Javier Oubiña, declaró sobre la posibilidad de pedir al PP que dejen el bajo que "eso habrá que ir viéndolo con el tiempo".

Ante esta posibilidad, Martín Serantes argumenta que "se puede entender que tener una sede de un partido en un inmueble puede ser un plus de peligrosidad, sí, del mismo modo que tener un restaurante, porque puede haber un incendio, o una oficina bancaria. Pero esta sede lleva aquí muchos años y nunca pasó nada. No creo que esto sea un riesgo, y de hecho no tenemos ni alarma ni verja. Pero si los vecinos lo quieren nos trasladaremos". Salomé Peña, por su parte, quiso transmitir un mensaje de tranquilidad a todos los ciudadanos, y pidió a las fuerzas de seguridad que vigilen con mayor frecuencia las sedes políticas. Ayer por la noche una patrulla de la Guardia Civil de Cambados pasó por allí sobre las dos.

Finalmente, a las 14 horas visitó el bajo el número 2 del PP gallego, el secretario general del partido y conselleiro de Presidencia, Alfonso Rueda. "Esto no les saldrá gratis", vaticinó.