Como cada año por estas fechas la flota de enmalle gallega se sitúa a las puertas de la campaña de pesca de la centolla con la incertidumbre como bandera. Es una incógnita saber si éste va a ser un año de muchas o pocas capturas, pero el trabajo diario de la flota durante la veda, mientras se dedica a la pesca de otros recursos empleando para ello la misma arte, el miño, permite hacer ciertas estimaciones. Y en este caso impera el temor y el pesimismo, pues en el sector creen que las excelentes condiciones meteorológicas de las últimas semanas propiciaron el furtivismo y, en consecuencia, la reducción de recursos.

Francisco Iglesias, patrón mayor de O Grove –principal puerto de Galicia para el que está considerado "rey de los mariscos"–, manifiesta que, "efectivamente, las jornadas soleadas de las últimas semanas, los días de calma absoluta en la mar y la excelente visibilidad en el agua hicieron que algunos submarinistas no pararan de extraer centolla, a pesar de que se encontraba en veda".

El grovense sabe, también, que es una práctica que se repite cada año, pero en esta ocasión, por los motivos apuntados, puede que la extracción ilegal fuera incluso más importante.

Y eso puedo comprobarse tanto en los puertos como en los restaurantes, pues en septiembre y en lo que va de octubre, con este crustáceo en veda, resulta sencillo adquirirlo –a veces incluso a las puertas de algunas lonjas– o degustarlo en no pocos establecimientos hosteleros de los pueblos marineros de Galicia.

Lógicamente, al hablar de esta actividad irregular no solo hay que pensar en los buzos, pues cuando se trata de pesca ilegal y/o furtiva también hay algunos pescadores profesionales que la practican y prefieren no esperar al comienzo de la campaña, dedicándose por tanto a extraer fraudulentamente el producto vedado aunque esto, a corto y medio plazo, sea tirar piedras sobre su propio tejado.

Lo que sucede, explican algunos marineros a pie de puerto, es que "si vemos que los buzos se llevan a casa la centolla que les da la gana es lógico que nosotros tampoco la devolvamos al mar en caso de que venga alguna pieza a bordo, enmallada en las redes".

Quiere esto decir que la pesca ilegal de centolla –como ocurre con tantas otras especies– es responsabilidad de muchos, y significa, también, que los caladeros pueden estar más tocados de lo que pudiera parecer, a pesar del incremento de controles por parte de Gardacostas de Galicia y Policía Autonómica.